Diario de León

Creado:

Actualizado:

Sin duda alguna, Parásitos es la película del año. La obra del director coreano Bong Joon-Ho (merece la pena memorizar su nombre), Palma de Oro en Cannes, es una maravilla, un ejercicio de cine hipnótico y deslumbrante. Salgo de verla con Javier Tascón y Antonio Toribios, dos de esos leoneses que, en la sombra, hacen tantas cosas por la cultura de nuestra ciudad, y me apresuro a decir que se trata de un film marxista, opinión que suscita un leve recelo, pues es lo mismo que sostuve de Joker y, como deben sospechar ambos, hasta de Bambi. Pero al margen de esa clasificación prematura, los tres admitimos que se trata de una obra admirable, y que uno de los asuntos que aborda, explícito en su título, nos coloca ante un dilema irresoluble: ¿Es más parásita la familia de pobres que se instala en la casa pudiente, o son sus miembros quienes chupan la sangre de esa «famélica legión» de víctimas dignas de piedad? No es difícil concluir que todos lo son, aunque, a la manera de Tolstoi en Ana Karenina, unos más que otros. Porque, puestos a profundizar en ese concepto, el de los parásitos sociales, lo podemos extrapolar a muchos ámbitos: más de uno, viendo la actitud de algunos señores durante la sesión constitutiva del Congreso, pensará que entre la clase política abundan notablemente y que, en este país, más que para tontos, ya no queda sitio para tanto vampiro sectario. Hay parásitos por doquier, pero si lo pensamos detenidamente, todos, en algún momento de nuestras vidas, lo hemos sido a fondo: de infantes, cuando nos aferrábamos a los pezones con apetito voraz; y en la senectud, convertidos en cascarrabias pelmas y caprichosos. Es verdad que hay auténticos especialistas, con gente que a los cuarenta años sigue ocupando la casa materna, o vecinos que depositan sus impurezas y colillas en cualquier rincón. La economía de raíz neoliberal que gobierna el mundo basa toda su gloria en la fuerza del parasitismo. Sus verbos preferidos (explotar, consumir, rentabilizar) muestran a las claras de qué va el tema: un puñado de privilegiados (élites, multinacionales, fondos y fortunas) viviendo a costa del resto. Pero dentro de estos últimos, medran otros que se benefician del sacrificio de terceros y así ad nauseam. Y a la cabeza nuestra propia especie, que no cesará su evolución hasta agotar los recursos de la Tierra. Todos parásitos. Llegados a este punto, quizá merezca la pena mirar a nuestro alrededor, reflexionar con calma y proponer alguna forma de equilibrio. ¿A dónde nos lleva la depredación, la avidez, la compulsión ansiosa? Puestos a identificar nuestras miserias, aceptar que cualquiera puede ser un parásito y que es preferible compartir algo de sangre.

tracking