Diario de León

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Cada vez son más las escuelas que integran un huerto en su horizonte pedagógico para que los chavales aprendan cómo nace la vida de la tierra y cómo la esferulamos si nuestra calidad mediambiental les roba el agua, el aire o la atención.

Ahora que la ley Celaá ha metido algarabía al gallinero educativo de este país, bien cabría plantear que no haya un solo colegio sin su clase práctica de horticultura. Es materia básica en la vida y, máxime, si esa misma educación batalla por convertir al planeta en vegetariano, ecologista y lindo. Y todo está muy bien, aunque habrá que reconocer que mucha de la tropa estudiantil urbana seguirá viendo esta novedad y su huerto con la misma actitud con que miran las vacas al tren... y les dará lo mismo un pepino que una alcachofa sabiendo que se cosechan más fácil mente y sin tanta espera en el frigo o en el súper, cortadito todo y emplasticado.

Peláez piensa que habría que ir más allá recuperando aquel modelo educativo francés, las «escuelas rurales», que aquí se copiaron (hubo tres en nuestra provincia) para que los hijos del medio rural que no estuvieran llamados al puro estudio pudieran estar internos en sus centros durante una semana, alternado de seguido con otra semana en su casa donde el aprendizaje agrario y ganadero venía de sus padres y abuelos, enciclopedia del medio. Estudio y trabajo. Algo así como el «ora et labora» de la regla benedictina. Aunque se inclina por algo más radical que ya inventó a principios del XIX el maestro español tutor de Simón Bolívar que preconizaba entonces que niños y niñas estudiaran juntos y que en las escuelas se enseñara también algún oficio o se orientara a él para que los críos, especialmente los pobres, pudieran vivir un día con el fruto de sus manos... y redondeaba su alternativa con una máxima que Peláez invoca a menudo: A quien nada sabe cualquiera le engaña... y a quien nada tiene cualquier lo compra .

Una escuela o universidad que manda a la mitad de sus alumnos a la frustración educativa o al paro, ni es escuela ni es na. ¿Aprenderemos?...

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