Diario de León

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Ni la imaginación más delirante ni el escritor más borracho de absenta pudo sospechar hace tan solo unos pocos años que un día leeríamos una noticia así: «Catalunya empieza a controlar la velocidad a través de los móviles de los conductores. Trànsit recibirá los datos minuto a minuto de la velocidad media con la que circulan los coches en determinadas vías» (La Vanguardia, el día 6)... y quien dice Catañuña diga Madrid, Gibraltar, Lima o Arcahueja, que hoy las ciencias no adelantan, vuelan y el diablo es global, quiere decirse que este control remoto de tu velocidad en la carretera (o en tu vida) ya está funcionando en no pocas partes, pero los catalanes tomaron aquí la delantera para darse el pisto ante ese congresón Mobile que deja allí tanta pasta y que quiso perrearle la cheli de la Díaz Ayuso desde los Madriles, pero que al final boicoteará un coronavirus, microscópico joputa.

Y quien dice control de velocidad diga también control de ocio, negocio o cada esquina donde uno mea. ¿Quién iba a pensar ayer que hoy llevaríamos en el bolsillo, dentro de un telelefonito libreta (revueltos, pero no juntos, cada cual a lo suyo): un médico o robot sanitario, un poli o escuadrón de fisgones antivicio, un salteador de caminos digitales, un fiscal tributario, un banquero trampero, un algoritmo comercial, unos cuantos villarejos, un predicador... y una puerta abierta a cualquier tienda, a toda taquilla o al mentidero a elegir... pero sobre todo, una puerta, la nuestra, que dejamos abierta a todo dios y a todo diablo porque es puerta que ya impidieron que se cierre los propios que nos vendieron ese fantástico tituliru y su fantástico blindaje, cuento de privacidad garantizada a rajatabla... y la gente se dice: ojo, privacidad, un respeto a lo secreto, qué menos exigir, el móvil es nuestra casa, y la casa de cada uno, nos dijeron, es sagrada, es nuestro reservado, la intimidad inviolable... pero la gente necia cree hoy saber más que nunca y no quiere saber cuánto ignora... o decide ni verlo para no pelear por la justicia ni que con ella la pelen a ella... y resignada, se deja llevar, acata.

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