Diario de León

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H a salido la segunda edición de un libro que aquí traigo porque ya de primeras le mete a uno en un puro tambaleo y en ganas de saber por dónde tirará el autor y ver si hay modo de rebatirle, partirle la cara o, al menos, pararle los golpes que siempre dan las verdades como puños... o las dudas corrosivas que nos devuelven a lo que somos desengañándonos de lo que creemos ser o de aquellas cosas en las que creemos. «No hay mejor gimnasia para el cerebro que atender a todo lo que nos obliga a dudar despejando lo falsario» es la receta de Sócrates, la voz grave de nuestro corrillo.

Se trata de « Dios y la democracia », subtitulado « contracatecismo teológico-político », aguardándole al lector seiscientas páginas que en nada le pesarán dada la intensidad que proporciona ahí la inacabable partida entre luces y sombras, entre la razón y los mitos. Su autor, Miguel Ángel Castro Merino, es profesor de Filosofía en el instituto Padre Isla (cátedra filosófica donde las haya donde rigen los ecos del inolvidable Lucio Ortega) y eso le apea de la solemnidad del tratadista para alcanzar una calidad pedagógica del que lleva a sus alumnos a pasear al ras por la vida (caben ahí la televisión, el mercado, la partitocracia y los escollos romos de esta actualidad rabiada; y eso lo hace más ameno, amén de bien escrito). Hay ahí muchas horas de repensar, mucha biblioteca releída y un afán revoltoso que nos lleva a descabezar títeres. Si el lector se sube a este barco soplado de buenos vientos, verá nuevos paisajes, aunque no se garantiza que todos le maravillen. Pero absténganse los que jamás admiten una duda con lo suyo (ya se sabe: familia, municipio, sindicato... y siglas... o Dios, patria y rey, los que vayan por ahí), elúdanlo los esclavos de evasiva lectura novelera y ni lo intenten los adictos sólo a textos de no más de cinco líneas en pantallitas de tilín y pantallazo.

Alcancé ya la mitad del libro y veo citar ahí a Paul Lafargue y su  ¿Por qué cree Dios en la burguesía?  dándome pie a dos preguntas que he de plantearle al autor: ¿Dios es demócrata?... ¿la Democracia es dios?...

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