Diario de León

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Para agitarnos el café leímos de mañanita la respuesta-titular que da al ABC Fernando Santiago, presidente del consejo general de gestores administrativos, un punto de vista que quizá explica alguna turbulencia social y tanto cambio político que se da hoy por el mundo alante con nuevos movimientos y siglas o turbas indignadas de todo color que trastocan lo consabido. Por eso las urnas de todo país no dejan de darnos sustos que saben a calambre; mira a Francia, témelo aquí. Así de claro se pronuncia Santiago:  La diferencia ya no está entre ricos y pobres, sino en trabajar para el Estado o no.

Alentador panorama. Todo Estado es la primera empresa en contratación o colocación y la fantasía popular sigue siendo en España hacerse funcionario si uno busca empleo chuli o arrimarse a negocio público si uno es empresa o negociante, enmascarillado o no. Siempre se dijo eso de que el Estado tiene generosas ubres y el truco de esta vida radica en arrimarse a ellas, así que nos vino en el acto la imagen de una marrana tumbada a cuyo tetamen se amorra una docena de lechones con no poca agitación entre ellos por pillar mejor pezón y donde el mamoncete que más navega a codazos y gruñidos es el que más engorda, crece y, finalmente, abusa de la tropa fraterna comiendo siempre el primero lo rico y lo más. No hay mejor imagen del ubérrimo Estado que una asaltada cerda en su papel de dejarse, llámese aquí gocha y en media España marrana, gorrina o guarra. Resumido, el Estado sería como la Gran Marrana. Y Sócrates apuntó: habláis infinito de la casta política, pero ¿habláis también de casta funcionarial?, ¿y acaso no existe una casta proveedora o contratante con el Estado? La gente se harta de tanto tinglado público y quizá la honda crisis que hoy atraviesa la democracia tenga algo que ver con esto porque a la gente logra camelarla cualquier visionario populista diciendo que un político puede dejar el cargo, pero deja allí a todos los que colocó (no pocos inútiles) ¡con plaza en propiedad!... y vitalicia como la corrupción. Y los que merecían esa plaza, de camareros andan.

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