Diario de León

Medulón Pionero

CORNADA DE LOBO | Pues convóquese concurso de ideas para este medulón pirulero que nació imitando a la minería romana de enfrente, o sea, con ruina montium devorando monte de a hecho, a matarrasa,

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Que no saben cómo... que no saben con qué... que no saben si tienen ganas y dinero... y que no saben cómo tapar esa herida bestial hecha al monte y a la mirada de todo el que pasa o contempla de lejos el expolio de esa cantera hiriente que campeó en su delito porque su dueño untaba de lo lindo y se fumaba sentencias judiciales o sanciones gubernativas; respondía por Martínez Núñez, aquel simpático (y popular) constructor-destructor, y de su industria rompemontes abierta justo enfrente de ese patrimonio de la humanidad llamado Las Médulas.

Pero pasa el tiempo y el alcalde de Carucedo exige cumplir los compromisos públicos de restaurar la fechoría, recordando que hasta se celebró un curso de verano para buscar soluciones al efecto del interfecto... y muy leonesamente, «todo quedó en lo hablado como en la escuela de Mora».

Pues convóquese concurso de ideas para este medulón pirulero que nació imitando a la minería romana de enfrente, o sea, con ruina montium devorando monte de a hecho, a matarrasa, aunque en Las Médulas (que hoy serían ilegales y obligadas por ley a restaurar su enorme devastación) son monte de arcilla moldeable por siglos de erosión y este medulón es lomo rocoso, por lo que su crimen no lo maquillarán los elementos ni la vegetación que jamás crecerá en esos esquistos verticales, farallón imposible. ¿Qué hacer, pues, para disimular su hostiazo al paisaje?...

Tiene la palabra el arte y la imaginación; de poco más me fío. Hable el artista y brinde idea gratis: abrir en ese paredón cuatro hornacinas gigantes, ojivales, como de buda afgano, pero dentro con un enorme Genio del lugar, una gran Devoción popular, un Mito grandón y un Grutesco caprichoso o surreal.

Y diga el imaginante lo atinado y más barato: traer a esa cantera a cientos de grafiteros, alejarles un rato de las ciudades que inundan con sus realismos desaforados (pocos perdono) y que pinten realistamente toda esa piedra desollada con árboles y vegetales, los mismos que tapizan ese monte. Y de lejos o cerca, ¡nadie lo diría! Resuelto el lío.

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