Diario de León

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Aunque hace casi ochenta años que se inauguró el poder apocalíptico de lo nuclear en manos militares con los históricos zambombazos de Hirosima y Nagasaki, y a pesar del contínuo riesgo de conflicto nuclear con el que desde entonces se amenazaron las grandes potencias hasta que el fin de la Guerra Fría aflojó ese pánico mundial que hoy se desata de nuevo, lo cierto es que nunca hubo una guerra nuclear como tal, jamás, y por tanto nadie sabe exactamente cómo sería la cosa, su tamaño, su destrucción y en qué punto los dueños de los arsenales dejarían de darle como locos al botón rojo una vez desatado el frenesí bélico, frenesí que esta vez tendría un solo objetivo: devastar y aniquilar , o sea, el exterminio del otro... o dicho en épica guerrera, «aquí no se hacen prisioneros»... y «de muertos, a la vinagre».

¿De qué sirven los tratados de desarme o no agresión que firman las siete naciones con potencial nuclear si nunca dejan de fabricar misiles?... ¿y nos extraña que algún día tengan que gastar su gigantesco almacén? Seguro que alguna vez, celados en rabias o picados por ver quién la tiene más larga, alguno se tentó a ensayar un catapún nuclear chiquito o de andar por casa (ajena) y ver qué podría desencadenarse, pero sabiendo que podría detenerse en el acto la broma o atajar el desatino. Sin embargo, ¿lo detendrá Putin si lo desata enfundado en su albornoz de coronel galáctico?... Medio mundo está ahora mismo aterrado temiendo que si aprieta ese botón ya no podrá contener el grandonismo que le emborracha y una inmensa nube radioactiva acabará reinando sobre el horizonte de cada esperanza. Escalofríos da sólo pensarlo. Pero también aterra que los otros seis países nucleares han de tener a su vez ya decidida la réplica y los objetivos si Putin desata a la bestia; todos saben exactamente dónde ha de caer cada bomba y qué estrago lograr. Pero quien mete pavor con sólo su cara es el ministro ruso de Exteriores, ese Lavrov con pinta de mastín fruncido y cínico amenazando con armagedones. La verdad es que ese tipo dice ¡nuclear!... y te cagas.

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