Diario de León

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Le conocí al entrar en este oficio estrenándose los 70 y él ya llevaba un siglo oficiando (incombustible multicorresponsal). Con mi tío Marcelo eran la pareja dueña del «parte diario» en la prensa local; no había accidente, contingencia o precio de hortalizas que no estuviera consignado en su libreta, diría que desde la víspera de suceder. A la fuerza coincidías con él en el cuartelillo de los guris, en un pleno, una jura de bandera, en la Casa de Socorro, el paraninfo de Veterinaria, la procesión del Corpus o en la inauguración de un canal de riego en el Páramo bajo. Y desde luego, en los aledaños o entrañas de todos los deportes y competiciones, las señaladas y las humildes, el relumbrón y lo modesto; la información deportiva le exigió buena parte de sus pasos en tantas agencias y publicaciones a las que sirvió. Pero Joaquín llegaba antes; ¿es que no dormía.?...

Era de andar brioso, a veces urgido, apeonando la ciudad (jamás le vi en coche), recalando en organismos o mentideros, cliché de gabardina andante en cuyos bolsones cabían libretas, carpetas o la mitad del Espasa, amén de un gualquitolqui sintonizando las frecuencias de la policía para tener la noticia agarrada del ronzal desde el principio y antes que nadie sin que la obsesión de la exclusiva le idiotizara, porque lo normal era que te brindara averiguaciones, lo mismo que te pasaba un tema o te orientaba hacia algún derrotero si no podía cubrilo o publicarlo, generosidad colega que ya no se estila... era un cazador de noticias con redacción en las aceras por las que pasa cada día el pulso rutinario de una capital de provincias.

Con tanto como vio a ras de realidad, Joaquín era una prodigiosa memoria de gentes y sucesos. En realidad, nunca se quitó de periodista, de él tiraba un instinto profesional irreprimible que, con su avanzada edad, le devolvía a rutinas y pesquisas. Por eso lamento en este fin que no hayamos recurrido en su «no jubilación» a su siempre afable y generosa disposición. Era el archivo indispensable que no tienen hoy las redacciones y debimos «abusar» de él... ¡claro que Joaquín Nieves era una institución!...

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