Diario de León

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No vemos que la popular devoción de este país a vírgenes, sanroques o sambartolos con tanta procesión o romería -en agosto, riada de fe carbonera- logre su intercesión por nuestros males y mejoras ante la divina potestad. Está visto que tanta vela a Dios no logra conjurar bien la crónica situación española; y menos, la cazurra. ¿No habrá que ir pensando en ponerle también cera al diablo?... diversificación del riesgo lo llama el banquero.

Teniendo en cuenta que en tierras leonesas existe el único templo de la cristiandad (pequeña ermita) en el que se rezaba (¿se sigue rezando?) al demonio, bien podría solemnizarse y hasta concedérsele interés turístico e institucional a esta curiosa devoción que durante algún tiempo mantuvieron cuitadas mujeres en el pueblo ancarés de Parajís después de que el obispado de Astorga desconsagrara esa ermita llevándose imágenes y mobiliario, aunque olvidándose o desechando la figura rota de un demonio corrupio que debió formar parte de su retablo; fue la única imagen que quedó viva del desmantelamiento. Pero aquellas mujeres siguieron yendo a su ermita a rezar como siempre hicieron, aunque ahora la única talla «santa» que recibía sus oraciones tras colocarla sobre el altar sin «ara» era la del diablo, el mismísimo demonio en persona de palo, « o demín » que dicen allí gallegamente. Si formaba parte del viejo retablo, algo habría de tener de venerable ese demonio, debieron pensar aquellas paisanas beatas; nada perverso, pues, en esta espontánea e ingenua devoción. Y seguramente, Lucifer, alborozado , se lo tomó «divinamente» tras tantos siglos de verse vituperado y arrojado a los sótanos de la fe y del respeto.

Venga, pues, una vela al diablo. Y ahí vemos entonces, por ejemplo, al presidente berciano de la Diputación llevando en ofrenda un velón de tres libras a «o demín» de Parajís con sincera unción, procesión, música y maceros en la esperanza de que nos trabaje su influencia igual de bien que lo hace cuando esa vela se la pone el financiero, el nacionalista apóstata, los chinos de Alibaba o la puta mujer del César.

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