Diario de León

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Cisjordania es un polvorín a tumba abierta y en cada familia, una por una, hay muertos vivos que aún claman venganza cada noche de insomnio, las más; y hay una epidemia del covid-19 que hace fiesta allí como en todo el planeta; y hay otra epidemia de israelíes que se cuelan por la puerta de atrás al paso de blindados y se plantan con nuevos asentamientos, ocupación de la patria de sus mayores, hoy Palestina desguazada. Demasiadas epidemias allí (y aquí, allá y acullá). A quien le pillan juntas desespera y el índice de suicidios en esa Franja se dispara, vergüenza dificil ya de ocultar, lo que puso a la tertulia sobre un dato que ni se insinúa en esta crisis nuestra: ¿en cuánto se está incrementando la cifra ya crónica de suicidios en España que supera al año a la de muertos en carretera?, el dato necesariamente se sabrá, ¿por qué lo ocultan o silencian?, ¿creen de verdad que no conviene?, ¿es por impedir el efecto llamada que pueda tentar al que rumia despacharse?... evitar informar de suicidios es argumento manido en los medios disimulando esta tragedia social que la propia familia y entorno desean velar por vergüenza y estigma... y no es lo mismo titular «Fallece el nieto de Elvis Presley» (publico.es, 13 de julio) que «Se suicida...» (a pistola, a los 27, edad impropia para fallecer)... aunque ese efecto llamada no parece considerarse si se trata de violencia de género, pues es norma en cada caso sangrante darle portada y prioridad informativa, recabar descripción del crimen con todo lujo de pormenores, reiterar el suceso en seguimientos y tribunales y no eludir lo cruel o espantoso para dejar sentada la intolerable criminalidad machista, la lacra que no cesa; detalles, morbos y porqués que, sin embargo, le vienen de guión o modo a quien esté maquinando su vileza cuchillera; y lejos de disuarle, se ve invitado o incitado a personarse en las terribles estadísticas. Pero el suicida no tiene quien le escriba. Ni tuvo quien le escuchara. Hoy, con todo lo que cae pillándonos en bragas, no serán pocos los que, al no poder ser dueños de su vida, querrán serlo al menos de su muerte. Vivir así es morir de... pena.

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