Diario de León

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No quisimos importunarle en su confín al Oráculo de Pedrún, que lleva ya felizmente confinado más de veinte años orondos en su chabolo con chacra y tulipanes junto al pozo Llagos, pero Octavito no se contuvo más y le lanzó a la oreja una pedrada telefónica que no replicó con su habitual ¡diga! rasposo y algo hostil, sino con una risotada impropia y teatral, o sea, vengativa. Mala señal, hace mucho que al Oráculo de Pedrún se le olvidó reír... ¿qué -dijo el «eremita»-, preguntas por santa Bárbara, majadero?, ¿y cómo me pagaréis?; os la apunto y con recargo; dispara... pues que Sócrates y Peláez quieren saber cómo será el mundo de diferente que, según dice tanta gente, tendrá que surgir tras esta pandemia que nos obligará a modificar usos y, sobre todo, costumbres... pues llámame luego, que no sé dónde dejé las tabas y los guijarros... y así que pasó el luego, le cascó a Octavito su retahila:

Poco puede cambiar el mundo por un virus que le tiene en cama un rato y se acaba yendo. Nada esencial cambiará, sobre todo en la norma principal, porque en toda la historia no hubo guerra ni catástrofe bíblica que modificara un ápice la  sagrada ley del dinero  con la que se gobernó y gobernará el hombre hasta que se extinga, ley del dinero que prevalece en esta pandemia y su pandemonium amparando solo al que lo tiene y ni compasión con quien lo adeuda. Por eso esta pandemia se os ha convertido en un examen a la democracia de la que tanto presumís, a la responsabilidad individual que tanto eludís o a la solidaridad que siempre prometéis escrita en barra de hielo... ¡y estáis suspendiendo todos!, aunque sembréis el telediario con casos bonitos de gente guapa que es noticia por ser, precisamente, rara, la excepción. Vuestro instinto es ¡sálvese el que pueda!, y solo unos pocos son héroes porque fueron educados así, asumiendo que nadie se salva solo si no se salvan todos. Y en fín, lo previsible: jamás querréis apearos de vuestra ley de oro: « al amigo, el culo; al enemigo, por el culo; y al indiferente, la legislación vigente ».

Estad tranquilos, pues.

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