Diario de León

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Los electores llamados a votar en Castilla y León (20.210 menos que en 2019, consecuencia de la sangría demográfica) se encontrarán el 13-F con una sola urna en la que depositar el sufragio. Y sin embargo lo harán después de haber sobrevivido a dos campañas electorales superpuestas, la que se libra oficiosamente por todo lo alto en clave nacional y la que disputan los candidatos a presidir el gobierno autonómico, obligados a asumir el rol de actores secundarios.

El arranque de la doble campaña ha confirmado plenamente lo anterior, con Pedro Sánchez, Pablo Casado, Santiago Abascal, Ione Belarra e Inés Arrimadas desplegados en apoyo primero de sí mismos y después de sus respectivos candidatos (el de Ciudadanos, Francisco Igea, positivo en Covid desde el pasado viernes). Contabilizándose en cerca de 300.000 los contagios registrados en Castilla y León desde que irrumpió la sexta ola, era cuestión de estadística que algún candidato sucumbiera.

Sin duda, el principal responsable de otorgar dimensión nacional a estos comicios ha sido Pablo Casado, empeñado en endosarle otra derrota electoral al PSOE que catapulte su figura como ganador virtual de las siguientes y todavía lejanas elecciones generales. Y con ello se ha ido asentando la idea de que fue él quien forzó a Mañueco a precipitar el adelanto de unas elecciones convocadas sin justificación creíble, en plena pandemia y llevándose por delante los nuevos Presupuestos de la Junta. Todo sobre la base de un triunfo electoral del PP tan arrollador como el obtenido por Isabel Díaz Ayuso en Madrid.

Sin embargo, los sondeos no pintan un panorama tan idílico para el PP, que, aun siendo la fuerza más votada, quedaría bastante alejado de la mayoría absoluta, incluso de una mayoría suficiente para gobernar sin sobresaltos. De ser así, Casado y Mañueco habrían errado en el cálculo de riesgos.

Además de empeorar el resultado de Ayuso, el primero habrá dado alas a Vox, partido contraindicado como socio de gobierno antes de que lo necesite para llegar a La Moncloa. Y el segundo puede encontrarse con una aritmética parlamentaria infinitamente más complicada que la que le ha permitido gobernar durante la legislatura truncada. No creía necesario hacerle el caldo a ninguna minoría y puede verse obligado a plegarse ante varias a la vez. No sería la primera vez que el tiro de anticipar unas elecciones acaba saliendo por la culata.

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