Diario de León

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Un matrimonio de conveniencia constituye de suyo un simulacro conyugal sustentado en intereses más o menos espurios y exento de afectividad personal entre los contrayentes, al punto de que estos no llegan a conocerse en el sentido bíblico del verbo. Así se presentó en su momento la cohabitación política entre el presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, y el vicepresidente único de su gobierno, Francisco Igea, el primero indiscutible líder del PP en la comunidad autónoma, el segundo un político que, pese a estar relegado dentro de su partido de origen, controla la representación de C’s en el gobierno de coalición.

El roce hace el cariño y Mañueco e Igea no tardaron en consumar bíblicamente, incluso exhibieron su idilio de forma un tanto empalagosa. De tal guisa que, ante la irreversible descomposición de Ciudadanos, todo hacía presagiar que más pronto que tarde el vicepresidente acabaría marcándose un «tonicantó» homologable a un pase por la vicaría.

Pero los misterios de la política son inescrutables, máxime si anda por medio un egocéntrico patológico como Igea, para el que lo único que rige es «el código igeniano», fundamento de una suerte de secta política asociada al ejercicio del poder. Su líder actúa como un iluminado convencido de estar en posesión de la verdad, así sea el único que va en sentido contrario como el conductor suicida en una autopista.

Y ha ocurrido algo tan lógico como que Mañueco, al que los sondeos le otorgan una holgada mayoría en unos eventuales comicios autonómicos, ha decidido no compartir las tendencias suicidas de su impostado compañero de viaje. Una de ellas era obcecarse en una reforma de la atención primaria lesiva y discriminatoria para la población rural, que se vería definitivamente privada de su derecho a la atención presencial. Y el potencial desgaste político originado por esa discriminación explica la marcha atrás de un presidente con la mente puesta en su reelección. Así de prosaico.

La sanidad rural ha sido el detonante, pero las diferencias de pareja han venido arrastrándose durante la pandemia, con muchos Consejos de Gobierno en los que Mañueco ha tragado abundante quina servida por la consejera Casado, punta de lanza de la «secta igeniana».

El matrimonio de conveniencia, luego devenido en idilio, ha salido tarifando y duerme ahora en habitaciones separadas. Ensimismado en su código, Igea no admite que el presidente de la Junta es el arrendatario titular de los aposentos y que, como tal, está facultado para instar en cualquier momento el desahucio de su conyuge de conveniencia. El de él y al de toda la «secta» que usurpa políticamente la representación de Ciudadanos en la Junta.

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