Diario de León

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No es del todo cierto que Iván Redondo, de quien se pensaba que era una mezcla de Rasputín y Sor Patrocinio por su enigmática condición de Consejero Aulico del presidente Sanchéz, no contara nada en la entrevista que le hizo Jordi Evole: contó lo suficiente para desvelar lo lejos que puede llegar alguien con el único bagaje de echarle mucho morro.

Iván Redondo es, según le describió su propia charlatanería, un comercial, concretamente un comercial que se ha leído algunos manuales de auto-ayuda. Se ignora en qué medida ayudó a Albiol, a Monago y a Sánchez en la conquista de sus respectivas ambiciones políticas, pero hoy se sabe lo mucho que se ayudó a sí mismo en la venta de un producto, él, enteramente prescindible.

La dignidad del vendedor decae cuando el producto, bueno o malo, no existe. Iván Redondo, lo más parecido a la nada que se ha visto y oído en la tele a excepción, tal vez, de ‘Mujeres y Hombres y Viceversa’, vendía consejos de marketing político, puro humo, a unos clientes a los que se hace difícil perdonar la simplicidad extrema de comprárselos. Esos clientes eran políticos, y necesitados, por ello, de consejos serios, fundamentados y ecuánimes, no de crecepelos ni de artefactos absurdos de teletienda.

Ese personaje tan infatuado como de limitadísmos saberes verdaderos que compareció en lo de Jordi Evole para anunciar, tal vez, que vuelve a estar disponible en el mercado tras su cese de actividad en la Presidencia del Gobierno, anduvo tres años haciendo no se sabe qué en ese alto organismo político. Muchos supusieron que la «baraka» de Pedro Sánchez se la debía a él, a su mefistofélico y potente influjo, pero lo más probable, a la vista de lo que se vio en su descarnada entrevista, es que sucediera al revés, es decir, que fuera el presidente del Gobierno el que, por alguna extraña razón, condujera al éxito profesional a una criatura tan ayuna de condiciones para lograrlo.

Sea como fuere, he aquí a un comercial que no se sabe qué demonios ha podido vender, pero que ha regalado a la ciudadanía, con su entrevista, una impagable hora de estupefacción.

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