Diario de León
León

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o se crean, que podía ser peor. Total, por el momento, sólo se han muerto cuatro o cinco. Si es culpa de ellos. Que son algo débiles. Que eso de la raza, ya se sabe, tiene estas cosas. Burgueses equinos. Caballo de Boñar; vaya sello. Acomodado. Nacido de buena cuna al que la vida no le ha exigido mayor esfuerzo que tener un apellido en el que guarecerse; una herencia de la que vivir. Rentas de las que tirar y sacar rendimiento a la hidalguía que le viene por sangre directa del Cid y de la pata de Babieca. Trampero que escogió ver crecer la hierba en lugar de comerla, aunque fuera a costa de que en el prado vecino se extendiera el yermo. Mitad cuco, mitad hiena. Vividor con Cohiba en el colmillo, acostumbrado a comer en plato con reborde de oro, de tres tenedores para arriba, y agitar la copa de balón para que se oree el licor; que la vida son cuatro días. Leonés de toda la vida que no tiene más destino que ser jefe, con cuadrilla a sueldo pero sin soldada, que pagar es un vicio en el que sólo se ensañan los tristes de espíritu que no llegarán nunca a nada; perípedos de segunda clase a los que mirar por encima de la grupa con el sombrero de medio lado.

Vaya vida de señoritos. Con los prados que han tenido. La Chantría entera querrían. Eso del pienso ya no se lleva, que luego andan torpes de los cuartos traseros. Lo peor es que la gente anda revuelta. Les parece extraño que a los caballos les haya dado por hacer dieta, que quieran parecerse a Kate Moss con el costillar estirado. No es cuestión de ponerse nervioso. Pero si hasta el juez decretó que no había mayor ensañamiento y que debían volver a su dueño, a la sociedad limitada que no conlleva mayor riesgo. Cosas del Seprona, que no tiene más que hacer que andar por los prados a ver si hace daño. Figuraciones de la Junta, que necesitaba alguno para llevarse a Valladolid. Bufonadas del Ayuntamiento, que se acercan las elecciones. Chorradas de la Protectora de Animales, que se piensa que hay que tratarlos como personas cuando no son más que bestias a las que un día se domesticó para que le hicieran la vida más cómoda al hombre, para dar un paseo a trote cochinero.

A todos esos que critican tanto había que ponerles en las fincas, en el pinar mismo que hay en frente del cementerio, a la salida de Boñar, que ha quedado como los Monegros, y lo que saquen a diente para ellos.

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