Diario de León
León

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Lo más cercano a un héroe que queda en el ideario popular de León se remite a la biografía de Genaro Blanco Blanco. Huérfano abandonado en la inclusa, pellejero vocacional como metáfora de la necesidad de encontrar una manta para sus huesos, putero irredento del valle de Apalpacoños y borracho perenne con llagas de orujo. Muerto un Jueves Santo bajo las ruedas de la Bonifacia, el primer camión de la basura que hubo en León, cuando dibujaba su último brindis de orín contra los Cubos de la Muralla, junto al Arco de San Alvito. Más de 80 años lleva camino de los altares profanos, renovados los votos por miles de jóvenes, y no tanto, que cada Semana Santa participan de un cortejo sobre el cual desconocen el fondo-¦ y la forman.

El mérito radica en la sencillez con la que se ha construido el mito del antihéroe, que es la única especie de éxito que puede germinar en esta tierra. Una identificación colectiva -amén de mojigaterías y purismos henchidos de vanidad y capillos descubiertos- que bien desearía la Junta para cohesionar el engendro que concibieron los padres de las autonomías. La distribución administrativa que desde hace 28 años se empeñan en querer consagrar como histórica con profusión de gastos en campañas de promoción de una identidad artificial, materiales didácticos que toman la parte por el todo y fundaciones que intentan levantar Castillas en el aire de León. La fiesta de Villalar. Esa campa en la que cuenta la leyenda que una vez hubo un leonés el 23 de abril, aunque no apunta nada sobre los emboscados que cambian de bando según el voto que necesiten.

Con menos recursos, pero poco mayor éxito se celebra hoy, 24 de abril, el levantamiento de León contra los franceses. Los héroes de la sublevación, comandada por Luis de Sosa, que fue acallada por los cascos de los caballos galos; los mismos rocines que habían tascado con gusto la paja dispuesta sobre el pesebre de los sarcófagos del panteón de los reyes de León en San Isidoro, previo desalojo de los huesos de los monarcas. La contrafiesta, siempre atufada por siglas políticas, que no logró enganchar al pueblo ni siquiera el año en el que se marcó como festiva en el calendario laboral.

Ahora, cuando hace falta ser antihéroes para poder ser leoneses, la identidad quizá esté más cercana a la fórmula de Genarín. Ese orujo de ser leonés.

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