Diario de León
León

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El término sin está a la orden del día; la cerveza sin alcohol, la leche sin lactosa, el chicle sin azúcar, los besos sin sal, León sin jóvenes, el urogallo sin hábitat, la ida sin retorno, la juventud sin futuro. No se avistan soluciones a corto plazo para todas estas limitaciones voluntarias o impuestas en el reino.

Grave es la sin modestia que merodea la ciudad, acosada por un ataque de megalomanía, dicen que contagiada del acceso de grandeza de los políticos que confunden desde hace años el puestín de la hacienda local con una cancillería en Washington. La megalomanía es propia de las urbes que tienen autobuses más grandes que las calles por las que circulan. Esos excesos de vanidad no morirán el 22 de mayo, tras el ruido sin nueces que atormenta al contribuyente acosado por los que necesitan de su voto para mantener el tren de vida (¿sin esfuerzo?) los próximos cuatro años.

La campaña que cesará a la vuelta del fin de semana también lleva sin. Sin propuestas para salvar al joven sin salida, al tren sin pasajeros, al padre sin empleo y a la tierra sin cielo. No habrá día entre los próximos años sin desazón para esa parte de la sociedad que vive sin herencia del bienestar.

Los sin techo, los sin pasta, los sin casa, están en la misma calle sin sol junto al grupo sin perspectivas. Los sin nómina dudan del camino que tomar para dejar de ser los sin futuro. Y así, se regresa al inicio del tiovivo, que no deja de ser un sin fin.

Sin abejas, el hombre desaparecerá antes de cuatro años. La cuenta atrás del aviso apocalíptico de Einstein ha comenzado sin eco para la voz de los apicultores que alertan de que la catástrofe llegará sin remedio si no se toman medidas urgentes. Sus reivindicaciones siguen sin respuesta. Cuatro años. El tiempo justo para que caiga sobre nuestras cabezas otra elección municipal, sin sustancia, sin arreglo para los sin nada, y sin tiempo para huir. Sin los profetas que cargan discursos de palabras huecas regresará la vida al curso legal, sin vestidos de mármol que adulteran el esparto que pisamos a diario. La extinción del zumbido de la abeja dejará sin recambios el ecosistema, que castigará sin parques a los niños y a los políticos sin el ego que alimenta el poder como el agravio el alma de los débiles. Y si las previsiones de Einstein son certeras, la propaganda dentro de cuatro años llegará sin políticos. Bendito zumbido. El de las abejas.

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