Diario de León
León

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D ice usted de indignado, apunta agudo ese paisano leonés trasunto del figurante de José Mota, que en la última Nochevieja trasladó la etiqueta del anís del mono al sofá de casa en una parodia formidable que versaba sobre la búsqueda del sustento económico entre las fisuras del orejero.

De indignado le van a hablar al repartidor de la furgoneta que se acaba de tragar sapos en las rotondas de acceso a los polígonos industriales -”industrial y León es antagónico-” donde los hombres de Alejo y Paco Álvarez le han puesto unas equis en el carné y un descuento a la cuenta corriente de números rojos a costa de unos ceros a la izquierda que no acababan de leerse bien en el exterior del neumático. A este mes, además de la letra del coche, la dolorosa de la casa y las extraordinarias de la madre tributaria se va a comer una receta con cargo al Estado. El Estado es la primera causa de gestación de indignados en esta provincia, donde se manifiesta desde hace una partida de años con el criterio del palo. Palo va y palo viene. Así crece la indignación de los que tienen la tarea de sostener en sus espaldas la bola terráquea y la inflación del sistema político, sin tiempo siquiera para manifestar su estado de ánimo.

Los indignados preceden a Hessel en la guerra de calificativos para definir a las hordas de desheredados que van a estar condenados a vivir algo peor que sus progenitores. Cabreados, hostigados, rebotados, estafados, puteados, expulsados, cateados, liquidados, señalados, engañados, empeñados. Parados. Desempleados. Y dice usted de indignados, dirá cada alma que pertenece sin quererlo a grupos de descarriados que cada día pelean como titanes para subsistir entre zancadillas.

El problema grave no se vio en las tiendas de campaña, ni arrebolada la muchedumbre a la puerta de los bancos. La cosa se va a afear el día en el que los dedos chamuscados de tanto trabajar no encuentren calderilla en los resquicios del sofá, como orientaba el personaje de Mota en aquel destello de brillantez en la despedida de año, y el dinero deje de manar de las manos y el esfuerzo de los acosados. Luego vendrán unos analistas a decir lo que es cada cual.

Tal vez no vayan a tomar en consideración que los indignados no nacieron ayer; y que la indignación no es de la sociedad. Es de cada uno. Como los muertos.

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