Diario de León

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El fuego de los desalmados

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A falta de perimetrar el área afectada y de precisar los daños causados por la llamas que desde el martes mantienen en vilo a los servicios antiincendios y que obligaron un día a concentrar a los habitantes de Pradilla y otro a evacuarlos ante la inminencia del peligro, la provincia sigue viviendo un verano que parece no tener fin, en el aspecto meteorológico, por supuesto, pero también, y como consecuencia, en la cadena de incendios forestales. El más que aceptable balance de julio, con 60 siniestros que afectaron a 140 hectáreas, dio paso a un agosto que cerró con cifras discretas (114 y 472). Sin embargo, septiembre, y en particular las dos últimas semanas, ha sido realmente catastrófico: 101 y 993, que elevan la suma de los tres meses a 275 incendios y 1.605 hectáreas devastadas. Pero más doloroso que las cifras resulta el análisis de las causas: 83 de los 114 incendios del mes de agosto y 94 de los 101 de septiembre fueron de origen intencionado.

Los números rompen la estadística según la cual la voluntad del ser humano estaba en el origen del 70% de los incendios en la provincia de León, muy extensa, con más vegetación y mayor superficie de cultivo. Son precisamente el mundo rural y las prácticas tradicionales el escenario y la causa de muchos incendios, porque el fuego está muy arraigado en la cultura de la limpieza del campo, sin más horizontes en el análisis de quien se sirve de él precisamente para ese fin. No parece ser esa la causa que movió al autor del incendio de Pradilla y, aunque nadie habla abiertamente de ello, sí se apunta directamente a intereses relacionados con la caza y desde luego a alguien que conoce muy bien el escenario. Intereses espurios casi siempre, ajenos a los del perfil del pirómano, entendiendo que es tal quien sufre un trastorno de los impulsos, siente una atracción anormal por el fuego y sus consecuencias y se vanagloria de sus actos. No se trata en estos casos de enfermos, sino de autores de un delito incapaces de ver por encima de sus particulares intereses, que más allá de los propios son los de todos y los del medio ambiente, un legado de enorme trascendencia como para ser abrasado por la inconsciencia. La Justicia debe ser inmisericorde con los desalmados.

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