Diario de León
León

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Francisco Fernández se inmoló el viernes para salvar a Paco Raquetas. El personaje del alcalde cincuentón atractivo, imitador de Tierno Galván, habitual de las sastrerías de pana vieja, paladín defensor de los que se metían con el niño gordo de la clase, encantador de barra de bar y portal con las vecinas, reverso proletario de las hidalguías que habían gobernado esta ciudad de moranos a amilivias… Una caracterización cultivada con mimo, como De Niro cuando se pasó un mes de taxista en Nueva York para hacer Taxi Driver, que esta semana se desmoronó por culpa del resguardo de un cobro.

Un cheque con 554.000 euros que desmonta los diálogos que había creado para el guiñol que manejó durante todo este tiempo. No estaba en política por dinero, pero, como se ha visto, todo el dinero de su vida es político: entró como auxiliar administrativo en la Caja, ascendió de categoría cuando se hizo con la presidencia su compañero socialista Villalba, multiplicó su sueldo en excedencia cuando era alcalde y ahora recoge el fruto. Sí, quizá sea legal, pero entonces no puede ser Frodo, sino Golum.

No le ha salvado ni el giro de guión con el que quiso emular a El Fugitivo al final del túnel: saltó, pero había que nadar demasiado para llegar a la orilla, en la que le esperaban sus propios compañeros para darle con el remo en la cabeza. La secuela se ha quedado en un epílogo con carga contra los poderes mediáticos y económicos; más o menos como si Ángel Cristo hubiera pedido indemnización por el ataque de sus leones. Un discurso en el que reniega del cartel de sinvergüenza que le ha colocado encima el mismo populismo que lo encumbró a la planta séptima de la Alcaldía.

Esa paisanada que manejaba en corto con sus dotes de galán y su persistencia en la dualidad que Javier Cercas detectó en Adolfo Suárez: «Siempre posaba en público: ésa era su fortaleza; a menudo posaba en privado: ésa era su debilidad». El adiós, aun encaramado en la figura de guardián de la moral de occidente, se orienta como una expiación por haberse descubierto a sí mismo en un renuncio.

Hay quien interpreta la personalidad en tres planos: cómo se ve uno, cómo le ven los demás y cómo es en realidad. Fernández quiere olvidar este desfase, como en aquella de Harrison Ford…

A propósito de Raquetas…

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