Diario de León
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CABALLERO
León

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El frío grapa las últimas avispas del verano a la monda de las peras que han dejado los grajos minadas, pero en el árbol. A León se le ha venido el invierno encima sin que nadie tenga pistas del otoño. Y el PSOE, tan estacional, se ha ido a perder en este paso entre dos puertas, que aquí son del oeste, cuando tocaba chistar para que por lo menos no se escapara el gato. Qué estampa el ex ministro José Antonio Alonso, taciturno como un personaje de Camus, arrastrado por la ciudad con el monigote de la indemnización de Francisco Fernández colgado a la espalda, cuando todavía queda más de un mes y medio para el 28 de diciembre. Imperdonable la devaluación de un político que tiene el mérito de haber asentado a 800 militares en la provincia sin necesidad de que haya que hacer sitio para un pantano.

Las elecciones del día 20, para los socialistas leoneses, no serán una consulta popular, sino un paredón. El Gólgota que tardarán en ascender estos quince días de actos por los mercados, por los pueblos en los que ya no queda ni el señor Cayo, por las calles en las que todos los lunes hay sol, que algo debe tener que ver en que cada vez los ciudadanos estén más quemados... Machacones en la retahíla de los 8.000 millones de inversión que, por los resultados a la vista, uno no sabe si ponerse a hacer catas para descubrir dónde han enterrado el dinero o recordar la pachorra con la que Zapatero ha aguantado el toreo de sus ministros de Fomento e Industria en los proyectos que les encomendó para León.

Frente a esta procesión de penitencia que sacará a hombros a Mariano Rajoy hasta llegar a Moncloa, con Alfredo Prada de Cirineo, el PP se luce en cada acto como el pretendiente despechado que al final hace ver a la dama que el guaperas que la subió al asiento de atrás era un putero. Ni siquiera les hace falta hablar claro de lo que harán con el carbón, ni concretar cómo afrontarán los proyectos que el PSOE deja a la puerta. «A lo que nos comprometamos, lo cumpliremos», ha dicho el candidato por León. Luego, se ha liado a hablar de lo malo que fue Zapatero y lo bien que lo hizo Aznar, el de la escuela de pilotos.

Pese a todo, nunca una campaña se pareció tanto a un paseo de Asterix por el campamento romano de Petibonum. Casi se adivina a Carrasco en el balcón de la sede del paseo de Salamanca agarrada al micro, como Etoo en la primera Liga que ganó con el Barça.

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