Diario de León
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En León, a la clase media parece habérsela tragado la tierra. No está, ni se la espera. ¿Se está convirtiendo España en un capítulo perdido de La Colmena ? ¿Nos hemos transformado en canciones para después de una guerra? ¿Éramos una película en technicolor y la crisis nos ha dejado en neorrealista blanco y negro? La estadística nos informa sobre el número de parados pero ¿qué dice una cifra, por alta e inquietante que sea? Cada parado lleva dentro, como una muñeca rusa, otras muchas vidas. Cuidado, pues, con la simple estadística, para denunciar lo malo o para proclamar lo bueno.

El secretario general de Cáritas, Sebastián Mora, ha declarado en León: «No podemos sustituir a la función social de la Administración. No tenemos ningún énfasis en competir por el número de personas que atendemos. Es una trampa para las políticas sociales y una aberración ética y política. Lo que nos llama a comprometernos es que las personas más pobres son la imagen de Dios». Cáritas se aferra a su dimensión religiosa, a las bienaventuranzas, pues no son meros centros de asistencia laica al necesitado, por legítima que sea esta función. En su labor palpita la épica cristiana de la ayuda al prójimo, la percepción de que hay tesoros escondidos en la adversidad. Su ámbito no es el de la justicia social, sino otro. Y su probada eficacia no puede conllevar que el Estado olvide que tiene obligaciones ineludibles con el problema de la nueva pobreza, sin olvidarse de la antigua.

España necesita lideratos morales. Y no vendrán de emperadores o de grandes juglares de sí mismos, sino, como siempre, de esas personas con las que nos cruzamos todos en la calle. Somos una sociedad decadente, pero uno intuye que también somos más que lo que reflejan los índices de audiencia de las televisiones. Ortega mantenía que el héroe contemporáneo es aquel que se impone a sus circunstancias. En estos tiempos, el heroísmo consiste en no caer en la desesperanza. Cáritas no cae en ella. Cree en la rotundidad de la estadística, pero aún más en la del milagro. A un Estado laico no hay que pedírselos, basta con exigirle que cumpla eficazmente con sus responsabilidades.

Si ¿qué ha sido de nuestra clase media? ¿Y de la media de la media?

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