Diario de León

CRÓNICAS BERCIANAS

El Gran Día

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León

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C uando estudiaba en Madrid y acudía al gallinero del Bernabéu para seguir las euroremontadas de aquella generación épica de los Juanito y Santillana que agonizaba y concedía la alternativa a la celebérrima Quinta del Buitre siempre pensaba mientras los focos iban dando color al césped que allí sería posible meter a toda la población de Ponferrada y aun a la de Camponaraya e incluso a la de Cacabelos. Cavilaba sobre cómo sería posible trasladar a todos al coliseo. Tal vez —soñaba— proponiendo algún tipo de reto de récord Guinness .

Veintipico años después, el próximo martes, fiesta de Santa Lucía, patrona de los que no ven —y lo sé porque mi padre, a la sazón socio 25 de la Deportiva, cumple años desde hace 80— contemplaremos uno de esos cisnes negros inversos, que es como se denominan en política o en finanzas esos acontecimientos improbabilísimos que desencadenan catástrofres.

Será el Real Madrid el que salte en competición oficial a El Toralín. A veces el fútbol trasciende lo deportivo y adquiere una dimensión social extraordinaria. Esta es una de esas ocasiones. Básicamente para el Bierzo y su capital. Pero más para aquellos que se han pateado Santas Martas o para quienes han vibrado durante años en Fuentesnuevas con goles invisibles como aquel de Serafín que todo el campo cantó por simple intuición y que tumbó al Sporting en la Copa bajo una de la mayores mantas de niebla que jamás hayan cubierto la olla .

Resultará emotivo el martes. Pero acaso aún más cuando las blanquiazules salpiquen la alfombra del Bernabéu el día 20. Entonces, al fin, podremos comprobar cuántos miles de ponferrradinos y bercianos son capaces de llenar ese mítico estadio, convertido para todos en remozado Teatro de los Sueños . Porque el fútbol, al margen de su concepción sociológica tribal, posee la magia que ningún gran autor atesora. La de los finales inescrutables que despiertan pasiones indescriptibles. Y si el epílogo de esta maravillosa historia es el esperado; que no el deseado, habremos rendido homenaje póstumo a Sócrates... Brasileiro Sampaio de Sousa Vieria de Oliveira. Aquel centauro elegante que trotaba como Nureyev sobre una pezuña del 37 por los estadios del Mundial 82 creando arte y que proclamaba con su filosofía de demócrata corintiano: «No hay que jugar para ganar, sino para que no te olviden». Inolvidable.

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