AL MARGEN
La amiga del PP
Mal empieza Rajoy aún antes de empezar: su partido usa de la mayoría absoluta para desvirtuar la propia composición de la Cámara beneficiando a los amigos y perjudicando a los adversarios.
A Rosa Díez se le permite la alianza con un afín ideológico y político, Alvarez Cascos, para entrambos disponer de grupo parlamentario, en tanto a Amaiur, que obtuvo en el País Vasco seis escaños irreprochables desde el punto de vista del reglamento, se le niega el derecho a hacer lo propio en base a un pretendido informe jurídico que, si bien no puede negarlo abiertamente, lo desaconseja.
Así, lo que habría de ser un trámite rutinario, protocolario, automático casi, el de la formación de los grupos parlamentarios para la mejor defensa de sus respectivas posiciones políticas, deriva a lo judicial, situando, de alguna manera, el mundo de las instituciones al revés, por no hablar del arma del victimismo que se regala graciosamente a una formación que tan buen uso sabe hacer, y más cuando lleva razón, de ella.
La Cortesía, la facilidad, el espíritu de colaboración, las perspectivas del bien común y del interés general, el respeto a los electores, son ingredientes esenciales para elaborar lo que en el Congreso de los Diputados se cocina, nada menos que las leyes, pero Rajoy y su Partido Popular creen poder prescindir de ellos sin que de su escamoteamiento resulte un estofado indigerible.
Mal empieza la cosa si donde debe regir la generosidad empieza dominando lo mezquino, y si la Cámara, que debe ser un referente moral, ejemplar, se entrega a esos enjuagues legalistas que esconden, sin conseguirlo, un abuso de poder.
De semejante disparatamiento, muy en la onda dura del PP, emerge, no obstante, un hecho positivo: el de la clarificación. Para que ya nadie, ni el más despistado, pueda llamarse a engaño, Rosa Díez se sitúa nítidamente en su lugar: la derecha auxiliar del PP.
Y compartiendo grupo con quien, como ella, sólo mira, consternando al espejo, por su persona.