Diario de León
Publicado por
luis artigue
León

Creado:

Actualizado:

Rafa Guerrero, cuyo éxito deportivo y social en su entorno laboral más que generar orgullo hace aflorar los demonios de mediocres y desinformados, esta semana ha estado hirsuto y nervioso. ¿Aquí no saben hacer otra cosa que matar con buenos fines, como los toreros? ¡En buena hora se me ocurrió ofrecerme para trabajar gratis, cosa que no hace nadie más! ¿Qué es eso del ascenso si yo no cobro, cojones?

La historia tan mediática como tergiversada del supuesto ascenso laboral de Rafa Guerrero nos hace recordar, comprobar, que la envidia es un elogio sincero. Pero hablando de amor al deporte, no quiero mencionar, en lo que se refiere al carismático Rafa Guerrero, otra cosa que no sea el humanísimo hecho de que, hace bien poco, me ha pasado una carta escrita por un adolescente.

La misiva tiene un destinatario, pero, como por vergüenza o miedo no llegó a su destino, y como se trata de un documento epatante que puede hacer pensar muchas cosas a muchos, no me resisto a transcribirla. Al tiempo, y aunque peque de raro por hacerlo, quiero felicitar a Rafa Guerrero por sus logros, que de verdad me alegran. La carta dice así:

«No sé como decírtelo. Seguramente crees que lo estás haciendo por mi bien, pero no puedo evitar sentirme raro, molesto, mal. Me regalaste un balón cuando apenas empezaba a andar. Aún no iba a la escuela cuando me apuntaste al equipo. Me gusta entrenar durante la semana, bromear con los compañeros y jugar el domingo como hacen los equipos grandes. Pero cuando tú vas a los partidos… No sé.

Ya no es como antes. Ahora no me das una palmadita en la espalda cuando termina el partido, ni me invitas a un bocata. Vas a la grada pensando que todos son enemigos: insultas a los árbitros, a los entrenadores, a otros padres… ¿Por qué has cambiado?

Creo que sufres y no lo entiendo. Me repites que soy el mejor, que los demás no valen nada a mi lado, que quien diga lo contrario no tiene ni idea, que sólo vale ganar. Ese entrenador del que dices y repites que es un inepto es mi amigo, el que me enseñó a divertirme jugando. El chaval que el otro día salió en mi puesto, ¿te acuerdas?, sí, hombre, aquél al que estuviste toda la tarde criticando porque, según decías, no servía ni para llevar la bolsa... Ese chico está en mi clase. Cuando lo vi el lunes, me dio vergüenza.

No quiero decepcionarte. A veces pienso que no tengo la suficiente calidad, que no llegaré a ser profesional y a ganar millones, como tú quieres. Me agobias. Hasta he pensado en dejarlo; pero me gusta tanto…

Papá, por favor, no me obligues a decirte que no quiero que vengas más a verme jugar.».

tracking