Diario de León

CRÓNICAS BERCIANAS

Pongeadictos

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S i algún ponferradino albergó cierta esperanza de que con la renovación en la municipalidad socialista este partido pudiera convertirse de una vez por todas en una alternativa seria de gobierno en la capital del Bierzo parece que más bien debe ir desesperando. Aunque a Samuel Folgueral las circunstancias críticas del PSOE en la provincia le han ido colocando del lado dulce del poder —y algo habrá tenido él también de mérito u olfato político— lo ocurrido en la última semana con el caso Pongesur pone una vez más en serias dudas su solvencia como gestor y líder de futuro.

La empresa municipal del suelo de Ponferrada, creada por el PP de Álvarez-Riesco para desarrollar la venta del patrimonio acuñado en torno a los antiguos terrenos de la MSP en la ciudad, se convirtió en la obsesión enfermiza de los sucesivos líderes socialistas, que cayeron sepultados por la realidad que no quisieron ver en el interés general de eliminar la montaña de carbón o de sacar todo el partido económico posible a un suelo que en manos privadas hubiera sido presa aún de un mayor nivel de especulación. Lograron pírricas victorias en los juzgados al hilo de indudables desórdenes en la ejecución de algunas actuaciones de Pongesur y parece que aún hoy los nuevos «valores» socialistas tratan de ganar la batalla perdida de los cadáveres de sus antecesores con el empecinamiento en la disolución de la empresa del suelo a costa de la actual debilidad del ejecutivo del PP.

Lo que resulta escandaloso, más allá de que Folgueral y su equipo no sean capaces de soltar amarras con los cuatro talibanes que aún penan por las asambleas del partido obsesionados con Pongesur, La Rosaleda y la montaña negra, es que este grupo de concejales quiera saldar esa factura pasando un cargo de más de tres millones de euros a las arcas del Ayuntamiento por el IVA del traspaso del patrimonio de la aletargada Pongesur a la administración municipal. Si el PSOE con la que está cayendo en la ciudad —donde lo que sobra es inacción por causa de la crisis y también por la pusilanimidad de todos los grupos— quiere que los ciudadanos paguemos tres millones de euros por un capricho obsesivo, entonces sí que habría que constituir una plataforma de esas para conducir ante los tribunales a los promotores y a los cómplices de este «trágico sainete» (Bécquer)... «¡A la mierda, hombre!» (Fernando Fernán Gómez).

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