Diario de León
León

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Mi abuelo me cogía de la mano, en cuyas líneas se definía entero el mapa de mi mundo, y me paseaba por entre aquellas filas de ganado. Hileras de vacas atadas a las estacas que mugían y cabeceaban con su bostezo a cámara lenta. Los mejores ejemplares de la montaña, expuestos al sol de la mañana en las Revillas, por la feria del Pilar de Boñar, mientras los paisanos les palmeaban los cuartos traseros para tentar su capacidad de engendrar jatos sanos. ¿Cuánto quiere por esto?, lanzaba el tratante al ganadero para hacer de menos a la res. No mucho, lo que vale, contestaba el aludido para iniciar la danza de la oferta y la demanda. Una tienta que incluía varios rehúsos e, incluso, la entrada de algún gancho que venía detrás para insistir en la poca valía del vacuno, antes de que volviera el comprador y se cerrara el trato con un apretón de manos. El gesto franco e inamovible con el que, durante décadas, se construyó el presente de esta provincia, en la que el valor de un hombre se medía por la marca que dejaba en la tierra.

La feria se abría después de un verano de hierba y pastos, tras una otoñada plácida detrás de la que se agazapaba el invierno de pesebre estabulado.

Había junto al ganado puestos de aperos, sillas de montar a la española y bridas para los potros, trócalos para cuando las vacas se entelaban, tratamientos para la mastitis, cachas con la cabeza de un mastín tallada en el mango, botas de piel, calcetines de lana gorda...

Poco más que un testimonio en los puestos que hoy, sin ganado, se limitan a ser una copia del rastro dominical en la que se intercalan ofertas de pimientos, tomates, ajos y avellanas. La muestra de la realidad en la que se debate una provincia con apenas 500 explotaciones.

Cuadras de supervivientes que tiran de las ubres de un sector en el que las grandes distribuidoras y los intermediarios especulan con el precio hasta dejarlo por debajo del coste de producción, pero muy por encima de lo que marcan en los lineales de los supermercados; mientras la Junta mira para otro lado con su sello de garantía creado para dar valor a Gaza, a costa de intentar unificar al resto, y los sucesivos gobiernos y la UE dan vía libre a que las importaciones se dupliquen para atender la demanda, con tratos desiguales.

Qué diferente de aquel mundo de las manos de mi abuelo.

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