Diario de León
Publicado por
CAYETANO GONZÁLEZ
León

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Hay un dicho popular aplicado a la actividad periodística que dice: «no dejes que la realidad te estropee una buena noticia». Eso es lo que debió pensar Mariano Rajoy en la noche del domingo al contraponer el contundente triunfo de su partido en Galicia, con lo sucedido en las elecciones vascas, donde la franquicia de ETA irrumpió con fuerza en el Parlamento vasco como segunda fuerza política al conseguir 21 escaños de un total de 75, al mismo tiempo que el PP se hundía hasta la cuarta posición en la comunidad vasca con sólo 10 escaños, lo que les devuelve a unos niveles de representación de hace 20años. Algo por lo que los Antonio Basagoiti, Iñaki Oyarzabal o Borja Semper de turno deberían asumir urgentemente su evidente responsabilidad política.

El triunfo del PP en Galicia —muy merecido y trabajado por Núñez Feijóo— le sirve a Rajoy para salvar los muebles en el muy corto plazo. Pero no le sirve para resolver los dos grandes problemas desde el punto de vista institucional que están ahí: Cataluña y el País Vasco. Dentro de un mes habrá elecciones en la primera de esas dos comunidades y la gran duda es si Artur Mas y CIU consiguen la mayoría absoluta o se quedan a muy escaso margen. En cualquier caso, la mayoría independentista que se conformará en Cataluña, sumando los escaños que obtengan CIU, ERC y quizás el partido de Joan Laporta, será mayor que la que tiene actualmente. Mas ya ha anunciado cuales serán los siguientes pasos que dará: convocará un referéndum independentista a todas luces ilegal, pero que creará un grave problema político e institucional al Gobierno.

En el País Vasco, el Parlamento surgido de las elecciones cuenta también con una mayoría de diputados independentistas —48 sobre 75— como nunca. Con el agravante que los dos partidos nacionales, PSE y PP, solo suman 26, cifra a la que habría que añadir el diputado de UPyD. El próximo lendakari, el peneuvista Iñigo Urkullu, ya ha anunciado un nuevo marco institucional para Euskadi en el 2014, basado en la bilateralidad en sus relaciones con el Estado. La franquicia de ETA no le dejará a Urkullu tanto margen de tiempo y le exigirá desde el minuto uno que emprenda el camino de la independencia.

Si esto se une la delicada situación del PSOE y su actual líder, ¿por cuánto tiempo?, Rubalcaba, se comprenderá que el futuro de España como nación no es nada halagüeño. Ya lo dijo Otegui desde la cárcel de Logroño y lo repitió posteriormente Mas: el Estado español está débil y hay que aprovechar esta situación para avanzar por el camino de la independencia. En eso están unos y otros.

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