Diario de León
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Ejercer de veterinario y alcalde en la montaña leonesa es una redundancia. Un abuso que no se le permitiría al cabo de la Guardia Civil, pero que en los albéitares se ha extendido como un posgrado con el que el PP ha cerrado puertos de manera histórica al paso de sus opositores, desde San Emiliano hasta Burón, al norte; por Valdepolo y Villamol, al este; sin olvidar la reserva de Villadangos, ni el control de la sección de Agricultura y Ganadería que la Junta censa en Cistierna. Cotos de poder en los que el voto se medía por la habilidad para encontrar la nube en el ojo que librara del aborto a la yegua, el teléfono de madrugada para salvar el parto de una vaca o la oportunidad en la inspección a la cabaña, antes que por la habilidad para observar la Ley de Bases de Régimen Local. Hay quien salió un día por la puerta de la unidad veterinaria con las botas salpicadas de abono y va para cinco mandatos que encera cada mañana las borlas de los castellanos.

En esas andaba Pedro Madrigal por Babia, donde enfrenó un día a finales de los ochenta cansado de contar sobres de la leche en Omaña, hasta que se le escaparon las bridas de los votos por correo y no hubo suficientes habitaciones en el hostal de San Emiliano para empadronar vecinos.

Dos décadas en las que campó como mayoral por San Emiliano, entretenido en cruzar su oficio, su cargo y las aficiones, como la hostelería o la yeguada, desde cuya grupa controló la asociación del hispano bretón y tascó pastos sin renta. Una red de desarrollo rural de la que se le escaparon, por manías de urbanitas, los réditos de una cantera y una nave de corta de piedra, en plena reserva de la biosfera, y una urbanización de chalets en la carretera del campo.

Los tragos los pasó Madrigal con la escopeta al hombro por el monte, donde por deformación profesional confundió el permiso de caza, los precintos y los cuernos con el corral de la vivienda. Un contratiempo que le intervino la licencia, pero no el vicio por los corzos que esta semana le ha vuelto a diagnosticar el Seprona con una receta de furtivo de las que no sellan en cualquier farmacia. Inconvenientes para quien ansiaba dirigir el parque natural de Babia y Luna desde el Palacio de Riolago.Tiros que no quiere pagar el PP ahora que Madrigal ya no es alcalde, después de haberle cubierto en el resto del rececho. No hay peor coz que la que da el semental mal capado.

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