Diario de León
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JOSÉ A. BALBOA DE PAZ
León

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Más allá de los resultados electorales, las elecciones catalanas de ayer han tenido aspectos positivos. El primero, aunque pueda parecer una contradicción, la campaña independentista de CiU. Ha sido preocupante, pero al menos los tontos útiles aceptarán por fin que el nacionalismo desvelaría sus verdaderos propósitos, la independencia. Es verdad que todavía algunos sólo acusan a Artur Mas de esconder bajo la bandera identitaria su fracaso, y que todas sus proclamas no son más que cortinas de humo. No lo creo, ni me consuela que la independencia aboque a los catalanes al desastre o que no tenga cabida en Europa, porque la historia está llena de locos necios, cuya necedad tiene costes gravísimos. La deriva independentista de Mas y Pujol acaba con los eufemismos que se han escrito sobre CiU: sus posturas razonables, su saber estar, su buen juicio, su seny, frente a la demagogia de ERC, sus arrebatos, su rauxa. Son iguales en sus fines y, por lo que vemos, en los medios.

En estos días hemos leído en los medios de comunicación dos manifiestos, nacidos de la preocupación por esta deriva nacionalista, suscritos por intelectuales y artistas pero de signo bastante diferente. El primero, en el ámbito de Prisa, el intelectual orgánico de la izquierda a la que va dirigido, niega la visión nacionalista que hace de España el chivo expiatorio de los males y expolio de Cataluña, anuncia graves consecuencia para todos en caso de ruptura y reconoce el profundo sentimiento nacional catalán. Por ello, aboga por un mejor encaje, una financiación más justa y, ante el grave estado de las autonomías, una estructural federal del Estado. Si eso no fuera posible, habría que reconocer democráticamente el deseo de los catalanes y la secesión. Es decir, el discurso explicito para, sin alarmar a la gente, reconocer la independencia de Cataluña, pues es evidente que el federalismo es una vía sobrepasada por el actual Estado de las Autonomías.

El segundo manifiesto «concataluñaconespaña», suscrito por conocidos intelectuales liberales y socialdemócratas, pero al que nos hemos sumado varios miles de personas, defiende la vigencia de la Constitución de 1978 como pieza clave en la construcción de nuestra democracia, recuerda la fructífera unión histórica de Cataluña para España y la aportación de España en el desarrollo y modernización de los catalanes, e invita a reflexionar sobre las consecuencias económicas, sociales y familiares de esa ruptura. Por ello, no estamos dispuestos a que «un muro de incomprensión y agravios inventados» se levante entre la sociedad catalana y el resto de ciudadanos españoles, y exigimos que se respeten los cauces democráticos para resolver los conflictos, y no las rupturas unilaterales al margen de la ley. Pronto se verá el valor de estos manifiestos.

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