Diario de León

FUEGO AMIGO

Mansilla de las Médulas

Publicado por
ERNESTO ESCAPA
León

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Hace diez años, El País-Aguilar lanzó un libraco con patrocinio multinacional, que bautizaron como la Biblia del viajero. Aquel inventario de estancias, gastronomía y destinos con encanto guardaba en su página 623 esta perla: «Mansilla de las Médulas. Patrimonio de la Humanidad». Pero no quedaba ahí el dislate, sino que la barrabasada iba al límite. Para redondear la faena, sus laboriosos redactores atropaban los picachos rojizos descarnados por los romanos con el cíngulo de las murallas del Esla. Advertidos de la fechoría, suprimieron el desliz en ediciones sucesivas, manteniendo otros disparates igualmente ruidosos aunque de menos ingenio.

Claro que no hay que ir a Madrid para detectar estropicios. En aquella misma temporada de abundancia, una campaña oficial promocionó el inexistente queso leonés de La Armada y, especulando con las resonancias marineras de la denominación, el escribiente remataba su delirio con el invento de una comarca subcantábrica a la que incluso asignó cinco municipios fantásticos. Sin reparar en que Armada (sin la) fue un pueblo leonés anegado por el embalse del Porma. Ahora hay menos alpiste para las propagandas turísticas y los excesos andan más comedidos.

Cuando se publicaban melonadas de este pelaje, la vitola de Patrimonio de la Humanidad de las Médulas sumaba un sexenio y el embalse de Benet tenía más de treinta años. Se ve que tampoco la lima del tiempo disimula la falta de instrucción. Así pasen quinientos años. Ocurre cada primavera con las celebraciones de Villalar: desnudan la vertiente más indecorosa de los opinantes de micrófono y papel. Cualquier simpleza vale, si su melodía complace al monjío. Y sí importa el tamaño de los disparates.

Pasó con las Médulas, antes y después del respaldo de la Unesco. A principios de los ochenta, la Diputación tuvo la ocurrencia de asfaltar una carretera por el interior del monumento, cuya meta era la Cuevona, destinada a local turístico. Menos mal que no llegaron a tiempo. Pero hasta hace unos pocos años, los vehículos recorrían las entrañas de las Médulas, alterando la magia del paraje. Cuando ya no fue posible malear dentro, tocó el turno al pueblo. Las Médulas tuvo el encanto de las aldeas tradicionales bercianas y acabó convertido en un muestrario de extravagancias. El paseo hasta el lago Sumido cuenta con el aliciente de su esplendorosa cubierta de nenúfares. Pero también la rareza botánica estuvo a punto de perderse porque el cura, hace unos años, pobló sus aguas con cangrejos americanos, que acabaron con los nenúfares y luego con la verdura de las huertas de los vecinos. Para este domingo la Casa del Parque anuncia la ruta al Chao de Maseiros, con el reclamo primaveral de los nenúfares. Quién pudiera apuntarse.

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