La opinión del lector

Diálogo entre

dos viejos amigos

El pasado fin de semana me fui a Ferreras del Puerto, mi pueblo natal. Me fui a dar un paseo por el campo, y me recosté sobre el tronco de un cerezo y va y me dice: ¿por qué estás triste vieja amiga?. «Acaso tú no lo estás». Es que no te has fijado, cómo luchan entre sí, zarzas y espinas. «Como no voy a fijarme por la tierra que hasta ayer anidaban con ilusuión los campesinos. Tierra oscura y brava que araban ya nuestros abuelos arrancando con sudor el pan para sus hijos. Pan tierno de sacrificio que antes de pan era también verde trigo. Hasta que una tarde gris, en que ya asoma sobre los pardos tejados el invierno veo cómo el amante que en la noche oscura abandona con sigilo el lecho de su amada. Se marchó siempre el campesino. Desde entonces luchan entre si zarzas y espinos por crecer, donde antes crecía el trigo».

Lo tuyo es otra cosa. Se unieron tierra y sol bajo el azul más puro y naciste tú árbol perfecto. Cuando es primavera te coronas más blanco que la luz en que te bañas y más pura tu flor que el cielo limpio. Después, preciado fruto en donde el rojo ensayo tu lograda y difícil fusión, en amarilos protegido mimado. Como todo elegido tú no sabes de cumbres donde el viento es herido, ni sabes de serviles destinos humillantes. Lo tuyo es otra cosa, darle aroma a las brisas. Lo tuyo es solo es, poética aventura de hidalgo generoso, crear con la abundancia teorías de estela magistrales secciones de bellos cromatismos sobre las tierras rojas con tu verdor más hondo y por eso yo muevo mi lápiz para encerrar en líneas tu porte y señorío, tu sencilla elegancia de árbol casi humano que comparte el anhelo, la alegría y los sueños del hombre que te mira.