Diario de León
Publicado por
ERNESTO ESCAPA
León

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Por una serie de circunstancias, que tienen que ver con la custodia de lo autóctono y con el vínculo a las raíces de gente ‘morida de amor’ por su tierra, Riello y la comarca omañesa constituyen el mejor ejemplo de ese compromiso de fidelidad. No dudo que tuvo que ver en su despertar la reacción comunal frente al intento de embalsarles el río por encima de La Garandilla, cuando Omaña se proclamó insumergible. Para quienes somos de su vecindad comarcal, Riello es la villa abierta de los mercados y el lugar para todos los arreglos. Lo llamativo es que haya sabido conservar ese rango después de décadas de emigración y declive. Pero acaba de mostrarlo durante estos últimos meses, liderando a través de la Plataforma de Omaña la defensa de las instituciones y bienes comunales puestos en almoneda por la atolondrada reforma local del gobierno. Ahora reciben el galardón Un mundo rural vivo por esa batalla sostenida con tesón y dignidad frente a los abusos del poder.

El premio se lo otorga la Universidad Rural Paulo Freire en Campos, con sede en el pueblo palentino de Amayuelas de Abajo. Por eso tiene más valor: porque es un reconocimiento que viene de los suyos. Hace un cuarto de siglo, Amayuelas era uno más de nuestros pueblos crepusculares, condenados al abandono. Un gesto robinsoniano torció aquel destino y lo convirtió en modelo de desarrollo equilibrado y sostenible. Hay lugares menudos que consiguen incorporar su nombre al menú de la actualidad por cuestiones más o menos estrafalarias, que pocas veces tienen un ángulo novedoso o constructivo. No es el caso de las Amayuelas palentinas, dos pueblos casi unidos fundados en la Edad Media por los arriscados habitantes de la Peña Amaya, que abandonaron su emplazamiento aguileño para colonizar el generoso interfluvio del Ucieza y el Carrión. Amayuelas de Abajo está a unos 30 kilómetros de Palencia y se encuentra bien comunicado y accesible. Sin embargo, terminó el siglo veinte en trance de desaparecer.

Quien puso en marcha su rescate fue un maestro llamado Melitón López, que a principios de los noventa acometió la deliciosa locura de montar una cooperativa para jóvenes campesinos. Esta zona de Palencia, que recorre el Canal de Castilla, es uno de los espacios agrícolas más generosos del granero peninsular. Así que el proyecto funcionó bien y dio paso a una iniciativa global aún más audaz, que ha recuperado aquel legado de ruinas, poniendo al servicio de la nueva comunidad espacios de convivencia gestionados con escrupuloso respeto al medio natural. La Amayuelas que el 24 de enero galardona a nuestros omañeses enmienda con su vitalidad el juego de palabras fatalista de Pérez de Ayala: Que llaman Tierra de Campos, a lo que son campos de tierra.

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