Diario de León
Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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Todo lo que se ha dicho y se diga de Manu Leguineche al pie de su tumba siempre será poco porque su talla era barroca y grande hecha de indómita inteligencia y del viejo periodismo de botas de siete leguas.

Sólo le traté en una ocasión cuando vino a León en 1977 con Jesús Torbado (otro leonés que olvidamos; no está en la nómina de halagos y repartos) a presentar un libro que habían escrito al alimón tras siete años de trabajos y entrevistas, Los topos , retrato de veinticuatro excombatientes antifranquistas que, concluída la Guerra, permanecieron ocultos, enterrados, resistiendo en su enclaustramiento bajo el principio moral de no rendir sus ideales, asistir a los suyos y no abandonar España.

Gracias a ese libro descubrimos un personaje leonés de Lillo con peripecia gigante en esa montaña donde se sepultó once años, era Gorete , Gregorio García Díaz, que hasta entonces no fue conocido, ni mucho menos popular, aunque diga Llamazares que sus proezas las escuchaba de niño en sus noches de cuento invernal.

A Leguineche, que se le recuerda hoy en sus incontenibles viajes internacionales detrás de cualquier conflicto o tirano, le interesaba no menos el viaje interior hacia lo oscuro de esta patria madrastra; quizá por ello Los topos es su media-obra más reeditada.

Por nacencia vasca era musolari irredento, en el mus fue catedrático y escribió incluso un libro sobre este burle. Con este juego de cartas, tan español y racial, protagonizó una chusca anécdota que gustaba relatar tras hacer una travesía con su fotógrafo en el mítico transatlántico Queen Elizabeth II que alardeaba entonces de poder atender cualquier demanda de sus clientes por exótica que fuera (sopa de tiburón zurdo, un perfume birmano, jugar al golf... pida usted lo que quiera), así que Manu rogó al capitán que le proporcionara algo muy simple, dos rivales para jugar con su compañero una partida al mus... y ahí dejó frito al grandonismo británico que no logró atender un deseo tan ridículo... y después nos recordó aquello de « el sexo es como el mus: cuando uno tiene una buena mano, sobra el compañero ».

Grandísimo Manu. Que no te olviden.

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