Diario de León

CUARTO CRECIENTE

Hijos de la buena estirpe

Ponferrada

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Mi padre fue minero y albañil. Mis abuelos, campesinos y pastores. Tengo antepasados que emigraron a América. Tíos y primos en Francia desde los años sesenta. Gente honrada y trabajadora que se buscó la vida lejos de su casa.

Yo estudié en un colegio público. En un instituto público. Y siempre saqué buenas notas. Mis padres me dijeron que era la única forma de prosperar al margen de la mina. Estudiar o picar carbón.

El Estado me dio una beca. Y lo viví como algo normal, algo a lo que tenía derecho cualquier joven de mi edad. La oportunidad de salir de casa para estudiar una carrera universitaria.

Después de escuchar a Alfredo Pérez Rubalcaba, que ha rebuscado en las hemerotecas para preparar su intervención en el debate sobre el estado de la nación, tengo muy claro que si Mariano Rajoy hubiera sido el presidente del Gobierno cuando en 1983 firmaba en El Faro de Vigo un artículo titulado ‘Igualdad humana y modelos de sociedad’ —en el que decía que «el hombre es esencialmente desigual, no sólo desde el momento del nacimiento, sino desde el propio de la fecundación», que «nace predestinado por lo que habrá de ser», y que «es un hecho objetivo que los hijos de la buena estirpe superan a los demás»— yo no les estaría escribiendo esto hoy. Estaría picando carbón. O peor aún, en la cola del paro, porque la mayor parte de las minas han cerrado. Y no tendría ningún título universitario al que agarrarme para aspirar a un empleo mejor.

«La desigualdad natural del hombre viene escrita en el código genético», afirmaba Mariano Rajoy hace tres décadas, cuando ya era diputado de Alianza Popular en el parlamento gallego. En el código genético, insistía el futuro presidente del Gobierno, «se halla la raíz de todas las desigualdades humanas: en él se nos han transmitido todas nuestras condiciones, desde las físicas: salud, color de los ojos, pelo, corpulencia... hasta las llamadas psíquicas, como la inteligencia, predisposición para el arte, el estudio o los negocios». Pero mi abuela, que vivió 102 años, señor Rajoy, no sabía leer y yo escribo novelas por las noches.

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