Diario de León
León

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Amí, que soy madrileño, a gallego no me gana nadie. Me interrogó en la calle un lector: «Pero usted, ¿cree que el cáliz de doña Urraca es el Santo Grial?». Le contesté parafraseando a Mihura: «Ni sí ni no, sino todo lo contrario». Y él: «Pues ya ve, eso mismo creo yo». Y es que no estamos ante un caso sobre el que se pueda opinar como quien aventura si mañana lloverá o no, mucho menos sin antes haber leído el libro «Los reyes del Grial», con las tesis de Torres y Ortega del Río. Luego, el que tenga formación para opinar que opine. Quien esto escribe se confiesa profano en casi todo, cuando me dijeron que acaban de detectar el primer segundo del Big Bang exclamé «¡qué interesante!», pero lo cierto es que hasta entonces ignoraba que el cosmos utilizase reloj. Por cierto, los autores no afirman que el cáliz de doña Urraca sea el que recibió la sangre de Cristo, sino que creen que puede ser el que en la antigüedad cristiana se veneró como tal, que no es lo mismo, aunque quizá termine siéndolo. A partir de este punto de partida, hay piezas del puzzle isidoriano que podrían ahora encajar. Sin chauvinismo: la Colegiata no es un lugar más. Tampoco lo era antes.

Estamos ante un hecho de extraordinario interés religioso, histórico y científico. Pero cualquier tesis innovadora conlleva la confrontación, es bueno que así sea. Ese es el Rubicón que ahora les toca cruzar a los dos historiadores: confrontar y confrontarse con los especialistas, con quienes saben igual o más. Será duro, pero necesario y enriquecedor. Y cómo no lamentar que haya quienes aprovechen la noticia para mofarse de la Iglesia, cuando no aventuran que es una operación orquestada por la misma para vender llaveros y postales.

Unamuno se sometió a principios del siglo XX a un exorcismo en San Isidoro, por el abad Jenaro Campillo. «Es una historia que he de contar algún día para edificación de las almas sencillas que crean en la mandíbula del Bautista y en mis demonios, y no sé si para el regocijo de los espíritus volterianos», escribió. Por lo visto, aquí en León hay volterianos que se hubieran mostrado más crédulos si el hallazgo hubiese sido sobre Genarín. Pero esos son ya otros cantares, no precisamente de gesta.

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