Diario de León

TRIBUNA

Hay palabras cotidianas que son traviesas

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Cuando estudiaba en Navarra, hace ya unos cuantos años, recuerdo que en unos momentos de expansión ociosa con los juegos recreativos, se me escapó la expresión —muy de León— «qué chorra tienes», y allí hubo un asombro mayúsculo, dado que para la mayoría de aquellos compañeros esa expresión tenía unas connotaciones más bien sexuales. La cosa no pasó a mayores, pero tiene su enjundia y habla de las variopintas jugarretas que nos brinda el lenguaje según pasamos de un pueblo a otro, de una región a otra y no digamos si el camino se hace más grande.

En la práctica diaria solemos cometer excesivos errores que podemos ir eliminando poco a poco, como ocurría no hace mucho con expresiones como «dijon, trajon», antes bastante frecuentes y hoy fuera de lugar. Pero todavía perduran algunos resquicios que deberíamos ir desterrando del todo. Así ocurre con la expresión «contra más» en vez de «cuanto más». Paradójicamente se utiliza la primera expresión en un sentido totalmente distinto al pretendido. Solemos oír «ostentóreo» en vez de «estentóreo», quizá porque nos suena mucho el vocablo «ostentoso». También confundimos con frecuencia «apreta» por «aprieta» en un afán de reducción silábica. No es raro decir «chinchón» en lugar de «chichón» para la consecuencia de un golpe, cuando estamos aludiendo a un anís. Más admisible es la confusión «albóndiga y «almóndiga», aunque es preferible la primera. Es menos frecuente hoy día añadir la «s» a la segunda persona del pretérito perfecto: «dijistes» en lugar de «dijiste». Y si bien es raro ya expresarse con la alteración de los pronombres, como « me se pone bien», no es tan extraño que algunos digan «te se puso bien la cosa». No suena tan mal, pero se desvía de la correcta expresión, como es bien sabido.

Quizá ocupan un lugar más cercano los laísmos: «la dije que viniera» y leísmos no admitidos, «le pegué al perro». Para esto están las gramáticas que nos alumbran de manera solvente.

Hay otras expresiones más comunes: caer por tirar: «vas a caer la taza», en vez de «vas a tirar la taza», porque las cosas se «caen» o se tiran; no es raro confundir «diabetis» por diabetes, ni «columbio» por columpio. En otra dimensión están las malas utilizaciones de los imperativos: «daros» por daos. O las continuas meteduras de pata en expresiones más bien escritas de «absorber, espléndido, asfixia, a ver, brincar, infligir».

Otro error no menor es la continua vacilación de los posesivos: detrás suyo o detrás de él. Como no ha lugar a una explicación amplia, lo mejor es siempre poner el pronombre, optar por la expresión «detrás de él o de ella», si bien, a veces, admite el posesivo. Otra cosa es el cambio de acentuación, como ocurre más de la cuenta con el vocablo «carácter» que en plural cambia el acento, cosa infrecuente, ya que solo ocurre con tres palabras. Por tanto se dice caracteres y no «caracteres», como debería ser.

En otra línea están algunos vocablos muy frecuentes en los que a menudo caemos por contagio en errores de ortografía, como sucede con «sujeción» y «relación». Aquí la tentación de poner dos /c/ es tan frecuente que es raro el que no se equivoca. Y no hablemos de la tan traída y llevada concordancia con «había»: ¡qué mal suena la expresión «habían muchos animales»! Si supieran que es una forma impersonal igual hasta conseguían decir bien tal expresión: había un niño, había miles de niños. Otra cosa es la muy extendida expresión relajada «-ao», he dejao la llave en casa, que la Academia admite en la lengua oral, pero no en la escrita. Si decimos «espúreo» en vez de espurio cambiamos la vocal, en tanto que «sascudir» nos repele de manera llamativa.

Y no quisiera acabar sino con alguna expresión bella que algunos mayores utilizan quizá con el poso de una sabiduría ancestral. Esto ocurre con el vocablo «enanchar» en lugar de ensanchar. Para el DRAE no deja de ser un coloquialismo.

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