CORNADA DE LOBO
Date un soneto
Tendría que estrenarse el verano no con cornetines de rebajas, ni estampidas de primeros veraneantes, ni muermos de sofá viendo berridos de grada... sino con una silloneta a la sombra de una parra, un cuenco con cerezas o brevas... y unos versos que prologuen el ensimismamiento y el dolce far niente.
Me acordé entonces de Juan Ignacio Ferreras, que a sí mismo se define como africano de las montañas de León , doctor por la Sorbona y la Complutente, profesor en varios paises europeos y americanos y autor de una obra ingente, intensa e incisiva. Ferreras publicó en el Lobo Sapiens hace doce años una obra gigantesca que tiene admirado a Venancio Iglesias por la impresionante geometría poética que ahí se certifica, pues son, nada más y nada menos, cuatrocientos sonetos... y si el soneto es la pieza maestra de nuestra lírica, cuatrocientas maestrías se destilan aquí, cuatrocientas piezas para el asombro bajo el título general Manual de olvidos .
Cogí el libro para buscar al azar calando en él el marcapáginas para que el lector viera que no hay que escoger aquí ejemplos, pues valen todos:
Cazurro encebollado y algo astuto
con sucias altiparras de cegato,
luce en el mundo su perfil prognato
y su culo redondo de archiputo,
sus uñas por la higiene van de luto,
pero arañan raposas como gato
y lleva hasta en la cueva del zapato
escondido su espíritu de esputo,
presumido, mastuerzo sin secreto
que sólo sabe hablar a puto grito,
y es tonto, mentecato y archivano.
¿Quién es este dechado del soneto?
¿Qué monstruo va trazado y va descrito?
Es un hombre cualquiera y es mi hermano.
Ocurre que Ferreras no está ni ronda nuestras corralas del homenaje literario y por eso el lector no sabra mayormente nada de él. Somos así con los hermanos. Pero leerle no será nunca un favor que le hacemos, sino una conmoción y un gozo que nos debemos.
Y como me cuenta su editor Reñones que anda Juan Ignacio algo pachucho, vayan esta líneas hechas abrazo y pomada. Es un tipo grande. Y aquí no sobran.