Diario de León
León

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Nos presentaron una vez en una comida en el Musac. Se sentó junto a un galerista portugués: Fernando Santos. A mí te tocó justo enfrente de ella. También estaban Rafael Doctor, los artistas Jorge Galindo y Felicidad Moreno y la periodista Asun Puente. La recuerdo como aparece en las imágenes: bella y fuerte, con la fortaleza que sólo poseen aquellos que se atreven a mostrar su fragilidad. Hablamos de arte y de vida, que en realidad es lo mismo. Fue uno de esos momentos que sabes que te cambiarán un poco, uno de esos días en los que tienes la oportunidad de tomar prestado algo de alguien mejor que tú, uno de esos momentos que enriquecen una vida y de los que no sales indemne.

Había leído una entrevista en la que decía que no había sido ella misma hasta tocar la muerte. Y es que los grandes saben que vivir no es imaginar sino padecer, experimentar, sentir, masticar el dolor, apostar por la felicidad... y perder. Todo eso se ve en el rostro ajado de Soledad Lorenzo, en su rostro bello y delicado, tan sútil como los momentos efímeros, que son los únicos que recordamos con nuestro torpe alcance para intuir la eternidad.

En esta fiesta de banalidades en la que el mundo contemporáneo nos obliga a participar, ella demuestra que se puede estar sin perder la dignidad, que se puede estar y crear, que se puede lograr y dejar más de lo que te encontraste al llegar. Demuestra que en España hay personas que marcan la diferencia, personas que no comulgan con la vulgaridad a pesar de transitar en un mundo, el del arte contemporáneo, inflado en demasiadas ocasiones por el confeti de la insignificancia.

Durante su carrera ha logrado destapar talentos como Ana Laura Aláez, Adrià Julia o Íñigo Manglano-Ovalle, como Txomin Badiola o Pello Irazu, como Philipp Fröhlich... durante su vida ha creado riqueza, materia para la discusión intelectual, industria artística, durante toda su vida ha puesto los cimientos que hacen que un país crezca. Ahora, después de tantos años, demuestra una vez más que no todos somos iguales. Soledad Lorenzo dona sin contrapartida alguna casi 400 piezas de su colección al Reina Sofía. Sin algaradas, sin que chirríe, de manera tan elegante que casi no se ha oído. No creo que alguien como ella necesite aplausos. Sólo los débiles respiran con el reconocimiento ajeno y a ella el martillo de la vida le ha cincelado como a un diamante.

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