Diario de León
León

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La edil de Cuadros tuvo que esforzarse para no llorar al leer en voz alta la nota remitida por Marcos Martínez desde la cárcel. «Os pido que recéis por mí y cuando vuelva, si Dios quiere, nos juntaremos todos para darnos un gran abrazo». ¿Un mero golpe de efecto para conmover, un sentimiento religioso sincero? Prefiero creer en esta segunda posibilidad. Sentir compasión por el ex presidente de la Diputación no nos hace relativizar la importancia de sus presuntos actos delictivos, sino percibirlos desde un territorio en el que nuestra clara condena de los mismos no nos transforme en insensibles a su dolor. Nadie que pide que se rece por él debe quedar sin oraciones. Siento compasión por su ascenso y caída, a la vez que deseo que las investigaciones descubran toda la verdad y que la justicia actúe en consecuencia y sin favoritismos. Por cierto, de San Pablo es la advertencia «no sabemos pedir lo que nos conviene». Otro Pablo anuncia que si gobiernan «barrerán» a los corruptos, a la casta y al consenso de 1978. Para manejar la escoba hay que saber cómo hacerlo, no vaya a ser que se ensucie lo que estaba limpio. En medio de una crisis tan larga y devastadora, los graves delitos cometidos desde el poder son ofensas a la sociedad y la provocan heridas que no cicatrizan con expertos en reputación en la Red. Pero es aquí donde no cabe meter a todos los políticos en un mismo saco, como hacen los partidarios de la estrategia de la generalización maniquea. Aún así, cuánto ha de cambiarse aún para que nuestra democracia pueda mirarse al espejo sin sentir vergüenza. La democracia ha de ser un humanismo, no mero reparto pendular del poder.

Desde la cárcel, Martínez pide a sus vecinos que recen por él. No hay contrasentido, tanto si es inocente como si es culpable. La política no es misteriosa, el corazón del ser humano siempre lo es.

En la Conferencia Episcopal empiezan y terminan sus reuniones con rezos. Ayer monseñor Blázquez fue claro en la condena de los corruptos: «Está claro que necesitamos como pueblo una regeneración moral». Regeneración, dos renacimientos y un siglo de oro. Somos un país de buena gente, pero nada podremos hacer sin verdad, justicia y compasión. Y juntos.

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