Diario de León
Publicado por
Esther Esteban
León

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M e satura el debate político en el que hemos entrado últimamente. Todos huyen de todos y lejos de prescindir del «y tu más» que nos tiene hastiados, los grandes partidos se enrocan en sus posiciones. Ni siquiera la fiesta de la Constitución —que antaño solía ser un alto el fuego y unir a todos— ha servido, en esta ocasión, para visualizar que el consenso es algo posible y no una utopía. Todos creen, al igual que ha dicho el presidente del Gobierno, que «la Constitución del 78 ha supuesto democracia, libertades, derechos fundamentales, modelo de Estado descentralizado, la entrada en Europa y la mayor época de bienestar y progreso de los últimos tiempos» pero eso no significa que sea palabra de Dios, ni que no pueda ser modificada.

Este año Pedro Sánchez se estrenaba como líder de la oposición en el acto de celebración de la Carta Magna —que él no voto porque no tenía edad— pero que está dispuesto a cambiar porque, según dice, hay que adecuarla a los parámetros del siglo XXI. A mí no me parece mal porque hay asuntos de enjundia que abordar, entre ellos qué hacer con una cámara cara e inútil como el Senado, pero el asunto —y en eso tiene razón Rajoy— es que se debe tener muy claro cual es el objetivo y que se va a reformar porque sólo así se puede avanzar.

«Sólo estaría de acuerdo en reformar algún tema muy concreto y siempre y cuando el Partido Socialista estuviera dispuesto a cumplir su palabra. Estoy abierto a todos los planteamientos que se hagan siempre y cuando no afecten a la unidad de España, a la soberanía de nacional o a la igualdad y los derechos de los españoles» afirmó el presidente. Por su parte el líder de la oposición insiste en lo que lleva diciendo desde que fue elegido secretario general: que la mejor forma de defender la Constitución es transformarla y actualizarla. Visto así ni una afirmación ni la otra son incompatibles lo que debe haber es voluntad y ni ellos, ni el resto de los partidos, parecen tenerla en absoluto.

De vez en cuando convendría poner, como tarea, a nuestros políticos la relectura del texto que ya en su preámbulo habla de «garantizar la convivencia democrática dentro de la Constitución y las leyes, consolidar un Estado de derecho que asegure el imperio de la ley como expresión de la voluntad popular, proteger a todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio de los derechos humanos, sus culturas y tradiciones, lenguas, instituciones, promover el progreso de la cultura y de la economía para asegurar a todos una digna calidad de vida y establecer una sociedad democrática y avanzada». ¡Pues eso!

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