Diario de León
León

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L as mejores navidades del mundo desde el crash del 2007, que apuntillaron al otoño más cálido de todos los que se registran en el archivo que recopila la serie histórica de hitos meteorológicos, y por aquí sólo se ha atrevido a volver la cigüeña. No hay otro dato fiable capaz de contrarrestar el éxodo migratorio que padece esta tierra, azuzado por la falta de fluidez en la oferta y demanda de empleo, la caída de la renta, los platos cada vez más escasos de comida. La realidad que condiciona la vida de casi cuarenta y cuatro mil personas (44.000) que han entrado en 2015 sin el derecho al trabajo entre los presentes que dejaron los Reyes Magos tiene un desglose análogo en esa otra parte de la población obligada a tirar de maleta para lograr acercarse al umbral de la dignidad. El recurso de invocar a la recuperación para elevar la moral de la gente y devolver el optimismo al horizonte a una sociedad contagiada por la pesadumbre es más viejo que la orilla del río; la hemeroteca está cargada de augurios sobre resurrecciones económicas que, parece evidente, nunca llegaron a producirse. Levántate Lázaro que terminaron como gatillazos mientras todos los indicadores, pero sobre todo el del paro, se encargaban en diluir el vaticinio de señalar cada año con el estigma del despegue. Todos los leoneses que han pasado las últimas fiestas refugiados del vendaval en una oportunidad que han conseguido arrancar en Londres, en Munich, en Santiago de Chile o en México merecen algo más que una promesa enlatada sobre lo cojonudo que pinta el futuro a corto plazo, escupida como adornos florales en sermones más propios de profetas que de discursos de políticos con empaque. Sus familias también merecen otro trato, y por descontado las decenas de miles que aguantan estoicos y pacíficos una ración diaria de los lunes al sol. Desengañados ante ese prefacio repetido, la única certidumbre del año que se estrena es el arreón que asoma amenazante detrás de las urnas, que seguro derivará en vértigos y nervios entre quienes se van a presentar ante los electores con las manos vacías. Y que un mes antes de San Blas han vuelto las zancudas, a atusarse el plumaje en esos adosados de la torre de Valverde o dejarse acariciar por el sol de enero en Trobajo, ajenas a ese silencio atronador que atrapa a los polígonos industriales leoneses mientras se sacan de encima los siete bajo cero que dejó la última helada.

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