Diario de León

FRONTERIZOS

Se busca guionista imposible

Publicado por
miguel á. varela
León

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B erlanga, claro, ya no puede ser. Tampoco Azcona, obviamente. Aunque nadie mejor para escribir sobre un lugar agonizante como Ciudad del Puente que un guionista muerto, la filigrana es complicada.

José Luis Cuerda está vivo, pero ahora se dedica a hacer vino por las colinas de Ribadavia. Alguien que hace vino pasa de cualquier historia que no sea la búsqueda de un estado mental, más cercano al de los dioses que al de los hombres: a los dioses griegos, evidentemente, siempre dispuestos a la juerga, no como este hebreo nuestro, tan triste, tan sufrido, tan cargado de culpas. Dionisio se bebía el vino y montaba después una buena parranda. Ni se le pasaba por la cabeza que el zumo de la uva pudiera representar su sangre. Por eso de Dionisio heredamos el carnaval y del nuestro el gregoriano.

También está el camarada García Sánchez, un buen alumno de Berlanga y Azcona pero en muy gamberro. Ausente ya su compañero de correrías, Juan Luis Galiardo, sus historias de la España carpetovetónica quedarían cojas.

Los guionistas jóvenes están a otra cosa, como más de género, más pegados a la industria: un encargo sobre la caída de una ciudad de provincias les parecería demasiado localista y con un tufo a brechtiano que es muy poco hipster.

Podríamos buscar un francés, pero su humor toca demasiado el suelo. Si fuera inglés, cuando un británico se pone a hacer comedia su humor se eleva mucho del suelo. En Alemania llaman comedia a Goethe. Podríamos encontrar un guionista en Italia, pero con un italiano siempre se corre el riesgo del manierismo estético.

Para contar lo de Ciudad del Puente necesitaríamos una combinación del realismo social de Ken Loach con la precisión de un diálogo de Wilder. Habría que sumar al ingenio épico de David Lean el ojo popular de Dino Risi, la finura de Visconti y la capacidad poética de Fellini.

El imposible resultado debería guionizar la vida en una ciudad decadente, cada día más pobre en lo material, más mísera en lo social, congelada en su capacidad de iniciativa, donde los pocos jóvenes envejecen prematuramente y hasta los revolucionarios son conservadores.

Una ciudad noqueada, que boquea al calor menguante de las pensiones y confunde medianía con talento. Una ciudad escasamente comprometida, pusilánime, tediosa, mediocre, donde si dos se ponen de acuerdo es porque ha habido un malentendido y si en un grupo hay tres se pueden contar al menos cuatro corrientes de opinión. En manos del guionista quedaría el tono, siempre rozando la comedia coral dispuesta en plano secuencia. También la decisión sobre un final feliz o dramático. Lo ideal sería el final abierto. Es lo más adecuado para las ciudades condenadas a la inanición.

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