Diario de León
León

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Lo que teníamos que saber del tren que está por venir lo aprendimos en un hotel de Atenas, hace 18 años, con Enrique Gil de ponente, en una tertulia para endulzar ese café con posos que hacen las máquinas al este del Adriático. Lo contó todo, salvo que podía llegar en monorraíl. Eran albores de un fin de ciclo, que tiene presente al León que defendía en zona, en una prolongación existencial vinculada a la excelencia que trajo el baloncesto, aquel gaudeamus igitur democrático que deseaba Moráis para la ciudad; o el poder del basket que camina por la calle, según distinguió Josecho Pardo; y esa actitud vital de aguantar impasible cuando te toque ser clavo, e inmisericorde cuando seas martillo, que aconsejaba a los amigos Ramón Fernández; los últimos coletazos del León soberbio y altivo que se podía leer en el USA Today. Si se consulta en el block de notas de Joaquín Rodríguez, alumno aventajado de cátedra irrepetible, se podrá comprobar que la magnitud de la gesta trasciende al asalto glorioso a la cancha de Scavolini o a aquella tarde esplendorosa en el Palau. Desde la exposición de Gil, toda alusión al trayecto León-Madrid en una hora y cuarenta y cinco minutos suena a fósil, a mitin destartalado. Premonitorio el lugar para el discurso. Cómo estaba Grecia y cómo está León, sin otra diferencia indiscutible que los helenos se hayan echado en manos de la izquierda reaccionaria. Aún se aplica el criterio del uno equis dos para vaticinar el día de la llegada de la alta velocidad a la ciudad. Gil, que siempre supo más por zorro que por viejo, no hizo más que distraer en vísperas de la última Korac con el manual del político que lleva dentro, con el beneficio de la duda que aportan sus sienes plateadas y el cargo desde el que ejecutó como apoderado la época con más amparo social que logró el Partido Popular en León, (antes de Carrasco). No tomaron los presentes en serio la revelación con vista a dos décadas porque las crónicas sólo dieron cuenta de la estaca del Peristeri (eso sí que era un submarino amarillo y no el Villarreal). Todo lo que se añade al curriculum de los planes para traer la alta velocidad fue exclusiva de Gil cuando expiraba el otoño del 97. Señal de que en León cualquier tiempo pasado fue mejor es todo lo que darían hoy la derecha y el centro reformista por conseguir los resultados del partido que apoderaba Enrique Gil, que de buenos llegaron a parecer insuficientes.

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