Diario de León

FRANCAMENTE

Las cenizas de Ángela

Publicado por
juan carlos franco
León

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H acía tiempo que no hablaba con ella. La encontré, a primera vista, normal, La conversación rápidamente derivó hacia el PSOE. Fue entonces cuando un cigarrillo comenzó a dar continuidad al siguiente. No hizo falta que me hablara abiertamente de lo que había tenido, o por mejor decirlo, le habían hecho pasar. El silencio de lo que se calla, sumado a lo que escuchas por terceros, generalmente suele decir más que las propias palabras.

Estas líneas no pretenden ser un epitafio —político—, pues si hago recuerdo de ese partido, es lo que una vez me dijo uno de sus dirigentes: «Hasta que no vea su cabeza encima de mi mesa no me lo creeré. Si alguien tiene la capacidad de resurgir de sus cenizas esa es Ángela». No ha pasado tanto tiempo de esto, por lo que me aplico el cuento y hasta que hoy no vea su silla vacía en el pleno de Ponferrada, no me creeré que ha arrojado la toalla. Paradojas de la vida, con su ausencia podría estar sirviendo en bandeja esa dedicación exclusiva a alguno de los que de forma ventajista y, seguro que para cobrarse otras facturas, ahora la han apuñalado. Seguramente, más de uno se esté intentando resarcir de viejas afrentas. Entre ellas, sus flirteos entre las familias que controlan, o pelean por hacerlo, esa agrupación, que también, dicho sea de paso, es lo que le ha permitido seguir a flote, mientras otros se iban al fondo.

Pero aceptar estar en primera fila, si algo no admite, es delegar en otros las bofetadas. No es descabellado pensar, a la vista de los resultados, que precisamente eso era lo que pretendían quienes la auparon hasta ahí. Tras su designación, todo les ha ido rodado, principalmente por las facilidades que les ha dado la candidata.

Es lo que tiene ir cediendo. El dejar para más adelante las batallas que no admiten prórrogas. El tragar con una y con ello levantar la veda para que te cuelen cien. Y así hasta llegar a tocar con la espalda la pared. Y en ese momento del partido es en el que estamos.

Mal por haber aceptado volver a la política local desde el convencimiento de que era un error. Peor no haber sabido —porque podido sí que tuvo la oportunidad de haber vendido su piel más cara— rodearse de leales.

La vieja casta vuelve a ganar. ¡Con lo felices que serían los electores si hubiera listas abiertas!

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