Diario de León

FUEGO AMIGO

La seducción de los tejos

Publicado por
ERNESTO ESCAPA
León

Creado:

Actualizado:

C uando estamos prácticamente de estreno, resulta inevitable evocar aquellos veranos interminables, salpicados de aventura y excursiones. Cada cual con su peripecia y sus lances. Por Viñayo a Piedrasecha y por Cuevas o Santiago a las Vegas del Palomar o a la peña mítica de Fontañán. Siempre con la guía sabia de Neto, mi tocayo y cómplice de andanzas. En Carrocera confluyen los valles de Tusinos y de Torre. Este ángulo de Luna, fronterizo con los pueblos de Alba y de Gordón, se conoce como el Rincón, que es una forma directa de bautizar su situación esquinada respecto al curso del río grande que da nombre a la comarca. Son pueblos que no están de paso hacia ninguna parte, a los que se llega por elección y nunca por azar. Pero no siempre fue así.

El valle del Torre recoge al pie de la peña del Castillo el ramal de la trashumancia que en Benllera se desvía del cordel de Villadangos y por la collada de Urdiales sigue la Vereda de Buiza hacia Rodiezmo. Las merinas abonaban a su paso las eras del Manganche, del Campo y de Valdiligüeña, donde tenían un descansadero para pasar la noche. Del paso de peregrinos por este itinerario sólo queda memoria documental, además del nombre del pueblo. Otro tanto sucede con las antiguas villas o despoblados del Torre, agrupados ya en el siglo catorce en Santiago. La toponimia del valle y algunos vestigios recuerdan los antiguos enclaves. Remontando el río se suceden los lugares de Torre, San Cipriano (de cuya ermita bajó el santo que se convirtió en patrón de Santiago), El Convento, La Carrera y San Martino.

La entrada al valle ciñe la peña del Castillo y deja a la izquierda otro peñasco gemelo, desde donde se controlaba este portillo natural. Durante el primer kilómetro, hasta llegar a la antesala del Salto Bajero, el río forma una estrecha vega de prados todavía bien cercados. A la derecha del camino asoman sucesivamente la peña Miranieves y los Sierros Negros, que atraviesa el canal tallado por los romanos para conducir el agua hasta las médulas del Órbigo. Una chopera frondosa da paso a la parte más estrecha del valle, mientras las encinas relevan a los robles de las cuestas precedentes.

Unos apriscos aprovechan el cobijo del Salto Bajero, donde tomaba sus aguas el canal romano. A partir del Salto Cimero, que está un kilómetro aguas arriba, el río amaga un atisbo de hoz geológica, pero pronto vuelve a su discurrir tranquilo. Poco antes de llegar al sesteadero de la Carba, se alza a la derecha la peña de Los Barrios y se abre la collada de paso hacia el valle de Gordón. A la izquierda se despliega un bosque tupido de tejos, al que veníamos temerosos de niños, para asistir fascinados a la poda de sus ramos protectores, con los que se bendecían las casas.

tracking