Diario de León
Publicado por
maría j. muñiz
León

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S algamos del armario y llenemos las plazas y las calles, que son tan nuestras como de los prohibicionistas». Un terremoto es lo que le hace falta al mundo del toro. Y sacudirse muchos complejos que cada aficionado arrastra como una losa; o bien dar el asunto por perdido y dejar pasiones y razones en manos de otros.

La arenga la soltó el genial Sebastián Castella, espíritu libre, artista y con enorme personalidad dentro y fuera de los ruedos. Harto de ver aficionados acobardados, como llevamos el último siglo y pico por otra parte, entra a la cuestión por derecho.

No es la primera vez que abogo por una reflexión sobre cómo debe evolucionar el mundo taurino. Por qué tener miedo a abrir las mentes y el debate, a aceptar que (como ha ocurrido en otros momentos históricos) la Fiesta ha de adaptarse a las nuevas sensibilidades. También a las de los aficionados, que en buena parte, y seguir negándolo será un nefasto error, claman por una vuelta de tuerca frente a la barbarie.

No hay que tener miedo a las palabras. La Fiesta es bárbara, como lo es la vida frente a la muerte, la bravura frente al conocimiento y el (defendámoslo) arte; pero no es la locura de la sangre y la violencia porque sí. Hay debates que nunca llegan a acuerdo, y este es uno de ellos. Pero hay que evolucionar. Hace años que los aficionados no admitirían desjarretar o picar sin petos, y quien hoy ame la Fiesta debe hacer un ejercicio imprescindible para colocar el universo taurino en el aquí y el ahora. Como es ineludible abogar por la honestidad, la transparencia y la verdad de esta Fiesta. También aquí hay mucha mierda que limpiar desde dentro.

En cualquier caso, se plantean dos cuestiones con enorme urgencia. Una es que la Fiesta no puede ser vapulada pueblo a pueblo. Si hay toros o no, no es cuestión que dejar al capricho del alcalde de turno. El debate debe producirse a nivel nacional, y la reglamentación, de una puñetera vez, también. Sí o no, pero entre todos y para todos.

La otra es sobre los festejos populares. ¿Demasiados muertos? Siempre. En España siempre se ha jugado a los toros. Y eso tiene un precio. Lo paga quien juega. Todos los controles son bienvenidos, pero al final prohibir las sueltas de vaquillas porque hay víctimas sería como prohibir las vacaciones porque la operación salida dispara los accidentes. Seamos razonables. Pero no eludamos la crítica y la reflexión. Evolucionar. Y, entonces, salir del armario.

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