Diario de León

FUEGO AMIGO

La laguna de los peregrinos

Publicado por
ERNESTO ESCAPA
León

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La vega del Cea, donde les florecieron las lanzas antes de la batalla a los soldados de Carlomagno escogidos por la muerte, aparece ahora estrangulada por tres carreteras y una autovía, que malogran la armónica división de los terrazgos presente en la cartografía ilustrada. Sin embargo, se ha cuidado la senda de los peregrinos, que no tiene pérdida en este lugar «pródigo en todo tipo de bienes», según la literatura jacobea. Ya antes de alcanzar Sahagún, el camino se arropa con una hilera de arbolillos, aunque su porte escuálido no arroje mucha sombra. Pasado el Cea por el puente Canto, en cuatro kilómetros se alcanza el nudo de Calzada del Coto, donde el camino se bifurca. Un ramal más montano atraviesa el robledo de Valdelocajos hacia Calzadilla de los Hermanillos, mientras el camino francés discurre arbolado hasta Bercianos del Real Camino. La música de su nombre y la secuencia de un par de ermitas conducen al peregrino hacia el sosiego lacustre presidido por la torre del Salvador.

Pero tanto le escarbaron las entrañas a la motilla que la sostenía, que un mal día del verano de 1998 la torre se desplomó, arruinando de paso el cuerpo de la iglesia. Ahora aquel mástil enhiesto que guiaba los pasos peregrinos ha quedado en un montón de escombros, que ni siquiera ha merecido la compasión de una cerca protectora. El lugar, con las bocas de las bodegas mirando a las charcas del tejar y de la barrera, sigue siendo hermoso, a pesar de la ruina. El soto de chopos ofrece al caminante el fresco de una sombra tupida. Detrás, el pueblo combina el adobe tradicional con los pujos estrafalarios de algún casorio reciente. En la era se levantó una nave con cubierta de pizarra para la nueva iglesia. A sus pies emerge el esqueleto de hierro de la torre, todavía sin vestir, con el remate depositado en el suelo, obra del herrero Vidal Molleda. ¿Quién lo aupará a su sitio?

Al otro lado de la autovía, el apeadero ferroviario muestra una intervención vanguardista, propulsada por un galerista del pueblo. La audacia ya se anuncia en la senda de los peregrinos, junto a la ermita de Perales. Un arco fabricado con tubos de chimenea da paso al camino y se bautiza como Puerta de Europa. No resulta menos estridente el mobiliario de su área de descanso, a base de bancos y mesas de cemento blanco «diseñados para hacer sufrir», como apuntó Gregorio Morán en su libro jacobeo. Entre la encantadora ermita de Perales y la de San Roque, que da la bienvenida al pueblo, la senda atraviesa el arroyo del Coso dejando a su derecha la granja de San Esteban. Una cruz de mármol recuerda a Manfred Kress, peregrino alemán fallecido hace diecisiete años en este lugar. Apenas un par de kilómetros separa al pueblo de su enigmática laguna.

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