Diario de León

SEGURIDAD Y DERECHOS HUMANOS por ARTURO PEREIRA

La literatura es un arma contra el mal

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R ecientemente dos escritores bercianos han presentados sus libros en sociedad. Carlos y Pedro comparten con los lectores su obra literaria que es tanto como afirmar que comparten parte de su intimidad. Se agradece que en momentos de dificultad, nerviosismo colectivo y ansiedad, haya personas que haciendo uso de su creatividad produzcan arte.

No es una cuestión baladí el hecho de que en momentos de incertidumbre, el arte encuentre refugio en espíritus creativos que no renuncian a crear mundos paralelos que transciendan el ámbito material, prosaico, pero necesariamente práctico de la vida cotidiana.

En momentos de dificultades todos buscamos lo útil, básico y eficiente. Renunciamos a aquello que Platón consideraba como conocimiento válido en sí mismo y que transforma al hombre elevándolo por encima de su mundo material. En este capítulo podríamos situar al arte como medio de evolución humana frente a su propia naturaleza derivada de una biología simplista que no tiene otro fin que la conservación de la especie.

El arte, en concreto la literatura, puede representar un freno, un baluarte, frente a la barbarie humana o al menos servir de dique a las políticas agresivas que intentan eliminar todo lo que el ser humano tiene de transcendente. Ejemplo de ello es la bio-política del nazismo. Hitler afirmaba que la moral era un invento de los judíos y que los «Diez Mandamientos» impedían que la naturaleza hiciera su trabajo. Parte de este trabajo era, según su pensamiento, optimizar un continuo proceso de eliminación de defectos o errores cometidos por ella misma, incluidos los seres humanos. La muerte adquiere un protagonismo esencial en este proceso junto a la utilidad social.

Frente a esta aberración, la literatura nos ofrece armas poderosas como el ejercicio de la libertad. Libertad para crear un mundo de ideas que oponer al reduccionismo intelectual o «gnosis-negra» del nazismo entendida esta como ideario de la muerte. George Orwell consideraba que el escritor no puede permanecer ajeno a la barbarie humana, a la alienación.

El escritor, como todo artista busca la estética, lo bello y cautivador para que su obra sea atractiva. En mi opinión, además de esta finalidad absolutamente legítima, toda obra literaria debe cumplir con una función, estar presidida por un objetivo. El mero esteticismo defendido por algunos autores, carece del valor añadido de poder transformar nuestra estructura mental y emocional. Ahora más que nunca necesitamos pensadores que generen opciones intelectuales y nuevos mundos de ideas.

La literatura se convierte así en un instrumento de lucha contra el mal. Un mal que nadie puede determinar con exactitud de donde proviene, pero que está omnipresente para desgracia nuestra. La esencia del mal no puede ser definido a través de el acuerdo social. Cuando hacemos algo mal lo sentimos, lo vivimos interiormente aunque intentemos justificarlo externamente frente a los demás. Es como si tuviéramos un dispositivo invisible en nuestro interior que se activase cada vez que hacemos alguna trastada.

En oposición a esa sensación interior, los más audaces se atreven a revelarse y generan conocimiento además de una estética propia con sus obras literarias. Mientras las personas decentes tengan espacio para la creatividad literaria, el mundo tendrá una oportunidad frente a los usurpadores de esperanzas.

Por todo lo anterior, le doy las gracias a los dos paisanos citados que con su regalo literario mantienen firme mi convencimiento de que la literatura y el arte en general, nos servirán para transcender el utilitarismo social de moda.

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