Diario de León

TRIBUNA

El almendro de la muralla

Publicado por
Antonio de la Sierra González. abogado
León

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E n un Hospital de León, de cuyo nombre sí quiero acordarme, ha sido paciente durante diez días una enferma muy impaciente. De nombre doña Beatriz, a quien también algunos denominan: «La maestra de los Picos de Europa».

La referida señora tiene a sus espaldas, y de frente, porque los ha vivido con valentía, ciento un años y nueve meses. No le gustan los hospitales, porque durante un siglo no tuvo la necesidad de ser curada en ellos. Tuvo la suerte de gozar siempre de buena salud.

Pero en las contadas ocasiones que los ha visitado como enferma, se ha visto rodeada de excelentes profesionales sanitarios y personal de servicios, que le han tratado como a todos los enfermos, con total dedicación, simpatía y amabilidad.

Así ocurrió en el Hospital de León, hace dos meses, y ahora también en el Hospital Nuestra Señora de Regla.

Aunque lo antedicho son virtudes de casi todos los trabajadores sanitarios en España, que saben que tratan con personas enfermas, y que les va de «SOI», como dicen los «franchutes», o en su profesión, como decimos en español; quiero en nombre de mi madre y de toda mi familia, darles las gracias, a todos los trabajadores de ambos hospitales, sitios en la capital del Viejo Reino de «cazurrilandia». (Permítaseme la burda licencia literaria, pues así nos llaman del «Puertu Pallares pa riba»). A esta paciente no le gustan los centros sanitarios, no porque no se encuentre bien tratada, y además, hasta hoy, curada en ellos; sino por una característica peculiar del sexo femenino, que en doña Beatriz está muy desarrollado. Como dicen los varones que presumen «de cataplines» por el Sur de Spain: «En mi casa mando yo, pero se hace lo que dice mi mujer».

Así ocurrió con doña Beatriz: En su casa mandaba su marido (mi padre, p.e.p.d.) pero se hacía lo que decía ella.

Se trata del don de mando. Es decir, que lo único que le molesta, cuando se interna en un hospital, es que allí ella no manda nada. Al contrario que en su casa, donde manda más que Franco. (De lo cual damos fe todos sus allegados).

Este delito o defectillo tiene una atenuante muy calificada, que podía estimarse como eximente total. Lo que conllevaría a absolver a la acusada de su delito. Y declararle inocente.

Pues bien, aunque no le gusta obedecer, acepta la disciplina sanitaria con el máximo respeto. Además a su favor tiene una gran virtud, entre otras muchas: Es «no molestar». Esta es una máxima o principio de comportamiento personal, que lleva a rajatabla desde que tiene uso de razón, la señora maestra.

Y a fe mía, que diría el famoso hidalgo de La Mancha, que dicha virtud es muy escasa en los tiempos que corren de egoísmo y materialismo indecentes, y de poca educación.

Para cambiar el disco y motivo de este escrito creado para el Diario de León, les relataré un hecho curioso: Desde la ventana de la habitación hospitalaria de la paciente impaciente, se divisa parte de la ciudad vieja leonesa, y más concretamente la muralla romana con 20 siglos a cuestas. Y encima de uno de sus torreones se observa un almendro, con el fruto seco. Sin podar, limpiar ni cuidar.

Por ello ruego al Ayuntamiento de León, a quien competa: Que tome cartas en el asunto. Compruebe el hecho que afirmo, y considere:

1.º Que no es de recibo que crezca un almendro encima de una muralla con dos mil años de historia, que constituye nuestro Patrimonio Cultural.

2.º Que debe primar dicho valor cultural del citado Monumento Histórico artístico, sobre el dudoso valor ecológico arbóreo.

3.º Que tiene gracia la existencia de dicho almendro de una muralla. Lo que demuestra, que su origen ha sido debido a una semilla, que un ave ha llevado allí, y fructificó. Hechó raíces y creció hasta el día de hoy, que tiene ya más de cuatro metros de altura por otros cuatro de diámetro en sus ramas, pues de tronco no tiene más de 20 cms. de diámetro.

4.º Que, a pesar de mi amor al ecologismo y a la naturaleza, y precisamente por ello, considero, que debe cortarse dicho almendro, y limpiarse todas sus raíces, para que no sigan dañando o agrietando la torre o cubo de la muralla.

Pues incluso, aunque se tratara de una especie exótica o en vía de extinción, se pueden plantar miles más en nuestros campos leoneses y crecerán más y darán más fruto. Para afirmar lo antedicho, no preciso ser ni agricultor, ni ingeniero de montes.

Gracia me ha causado el citado almendro en la muralla. Pero señor alcalde y Ayuntamiento de León, inspeccionen la muralla. Presenta un estado deplorable. Está llena de matojos, arbustos y muchas plantas menores, que la agrietan y deterioran. ¡Límpienla…! ¡Que ya está bien de desidia! Den trabajo a los parados limpiando la muralla. sErá un bien para todos, conservaremos nuestro patrimonio cultural y los parados se sentirán útiles.

Y finalmente, quiero aprovechar esta carta a la señora maestra doña Beatriz, ya que hablo de la muralla.

Señor alcalde, estudie lo siguiente:

Expropiación forzosa, bien motivada legalmente. O cambiar a los propietarios de las viviendas pegadas a la muralla, sus casas por viviendas en parte de la ciudad. Y dejar libre toda la muralla.

La Ley vigente lo permite. Yo no soy experto en leyes, sólo aficionado. Pero sé que se puede y debe hacer. En otras ciudades de España lo han hecho.

Con ello ganaríamos todos. Los vecinos, los turistas, el Patrimonio Monumental Leonés y los legítimos dueños de esas casas, que serían alojados en viviendas, de las que hoy hay miles nuevas y en perfecto estado, que se subastan todos los días en los Juzgados.

Aprovechen la inflación de viviendas vacías.

Negocien con bancos o estamentos públicos y lleguen a un acuerdo con los propietarios de dichas viviendas viejas y horrendas, que dañan nuestra muralla.

Le expreso mis gracias anticipadas, aunque no vivo en León desde hace 50 años, pero sigo amando esa tierra, que visito con frecuencia.

Se lo dice un cazurro, habitante allende Despeñaperros.

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